18 de marzo de 2018

Reencontrarte

-Imagen tomada de la red-
Regresar
en una noche de lluvia
y dejar que el cristal
se empañe mientras sonríes.

De fondo,
Lithium de Evanescence
y una caja de bombones
con un tremendo lazo cursi.

El aire se llena de sorpresa,
de interrogaciones
y hasta de exclamaciones.

Nos miramos.
Nos reconocemos.

Tú sí que sabes darme la bienvenida.

Y dicen que París era una fiesta

-Verónica Calvo-

(Al Capitán B,2016)

14 de marzo de 2018

Un relato en el que pocos creen

-Imagen tomada de la red-

Era su tercer mes en el nuevo trabajo y hasta ahora todo había ido bien. La noche no le imponía, la soledad y el aislamiento no le sobrecogía, ya conocía los crujidos y sonidos del viejo edificio que vigilaba, se había acostumbrado a la compañía del viejo Vigilante y sus nervios estaban más que templados y curtidos en este oficio.
   No. Él no creía en esas historias para no dormir. Jamás, ni de niño, había creído en ello. Esta es la razón por la que accedió, sin problemas, al turno de noche. Sus compañeros, un montón de susceptibles por no calificar de peor manera, le miraban con una mezcla de admiración y desconfianza. Mejor para él: solo con su radio y sin aguantar conversaciones ni fanfarronadas.
   Pero la extraña actitud de Vigilante le puso algo nervioso. Levantaba la cabeza y agudizaba el oído en ese movimiento de orejas que recuerda a una antena parabólica buscando o rastreando señal para acto seguido, encogerse y temblar como si tuviera frío. Y lo más raro: le miraba a los ojos como suplicando algo. El viejo perro era tranquilo. Hacía las rondas con absoluta normalidad a excepción del último piso, pero nada destacable. Al fin y al cabo, esa planta estaba en muy mal estado y el animal ya tenía cataratas. Cuando recorrían el largo pasillo, Vigilante casi siempre lloriqueaba quedo y tanteaba con las patas delanteras el terreno. Inseguridad, nada más. Juan pensó que el pobre bicho entraba en sus últimos días y se compadeció de él dándole unos golpecitos en el lomo.
   Otra vez ese ruido. Vigilante se escondió bajo la mesa de la garita. Juan tomó la linterna, obligó al perro a levantarse y tomó la porra que siempre le acompañaba. Miró el reloj: adelantaría la ronda quince minutos.
   De la primera planta a la quinta todo en orden. Las habitaciones cerradas con llave y ningún sonido tras ellas. Vigilante reculó en el tercer escalón y Juan tuvo que agarrarle del collar y obligarlo a subir. Sexta planta. Silencio. El perro jadeaba nervioso pegado a la pierna izquierda de Juan, que, linterna en mano y oído atento, trataba de seguir un posible rastro de aquel ruido que sonaba a arrastre de muebles y golpe de canica. Nada. Avanzó lento, atento a todo y haciendo que Vigilante le siguiera el paso. ¿Y eso? ¿Un susurro? ¿Qué ha dicho?
Juan sintió las pulsaciones disparadas. Miró al perro y este muy nervioso trató con sus movimientos bruscos, soltarse de Juan. Otra vez ese susurro y esta vez acompañado de un frío tan helador que de su boca salía vaho, como de las fauces del perro. No. Él no creía en nada de aquellas chaladuras que contaban sus compañeros.
   Trató de calmar al perro, pero este consiguió zafarse y huyó escaleras abajo emitiendo alaridos. Masculló una blasfemia y se volvió, iluminando el frente a la vez que echaba mano a la porra.
   Y allí estaba. Un niño pequeño de otra época flotando en el aire, tan blanco como un sepulcro a la luz de la luna, sus ojos dos cuencas negras vacías, susurrando algo que no entendía y sin pies. Ese niño no tenía pies pues se difuminaba de cintura para abajo hasta hacerse traslúcido. Y de pronto, cesó. Desapareció la visión, el frío y la estupefacción.
   No. Él no creía en esas historias para no dormir. Jamás, ni de niño, había creído en ello. Pero entonces, ¿qué era eso que había visto?


-Verónica Calvo-

10 de marzo de 2018

Máximas mínimas 3

-Imagen tomada de la red-

Un sábado cualquiera, 
tuve una cita con la incertidumbre.
Y encaminé mis pasos lentos, 
hacia un encuentro entre atasco y frío.
No quise pensar que tal vez el atasco
y el frío eran una metáfora.

La noche se me antojaba interesante.
Me anestesiaba del ruido, la gente, 
las angustias 
y todas las consecuencias.

Y desde entonces,
tengo una noche 
atravesada en la memoria.

 -Verónica Calvo-


6 de marzo de 2018

La preparación

-Imagen Leonor Fini-

Recogían mis cabellos
y los perfumaban.
Rosas, lilas y jazmines
en el agua donde me bañaban.
Las mujeres volaban en sus faldas
y otras se mecían en el agua.
Reían y suspiraban
y todo era una fiesta.
Yo, ausente,
cerraba los ojos
y lloraba para dentro.
Trenzaban el velo a mi pelo
y cantaban sus tonadas.
Yo, con el agua al cuello
quería ser calima evaporada.

¡Ya llega el momento!
gritaban y danzaban.
Me secaron con lino nuevo
y de nardo me vistieron.

El sol oculto tras un sueño
cedía su vida al ocaso.
Camino del sacrificio voy
como mandan mis ancestros.

-Verónica Calvo-

(Fue publicado en este blog el 23 de agosto de 2012)

2 de marzo de 2018

Tanka de la noche y la soledad

-Imagen tomada de la red-


En esta noche
se avivan los recuerdos
afuera llueve
mi corazón se anuda
cuánta soledad siento

-Verónica Calvo-

26 de febrero de 2018

Happy Birthday!!!

Hoy cumplo años y lo celebro.
De buena mañana mi querida amiga Eva me ha felicitado con este video que me ha sacado sonrisa ancha y me ha tocado el cuore.
Lo comparto con ustedes. Disfrútenlo, sonrían y quiten densidad al día de hoy.
Gracias, mi querida Corsaria Rebelde, por todo. Por Estar y Ser.




Cada año que pasa
es un paso más
hacia la amargura
o la celebración.

Me quedo hoy
contemplando el sol,
que promete primavera,
desde este lado de mi mundo.

Lo comprendo:
vivir es morir
en el acto cotidiano de la vida.
Pero hoy vuelvo a celebrar los días.

Por la familia y los amigos
que fueron y algunos, quedan.
Por mí misma y lo que venga.
Porque hoy es hoy y eso basta.

Una celebración por la vida.
Una celebración porque seguimos.

-Verónica Calvo-


21 de febrero de 2018

Te llamo

-Imagen Duy Huynh-
Te sigo llamando
cuando los días se oscurecen
o yo misma me vuelvo sangre.

También te llamo
cuando hay una tregua
entre los solsticios.

Así me respondas o no,
te dejo mis palabras en el aire
o en el silencio que me habita.

Y te seguiré llamando,
en esta danza de la vida,
escuchando tu voz,
allí donde no hay sonido.

-Verónica Calvo-

(A mi padre, en su memoria)

12 de febrero de 2018

Que fluya

Que fluya ese cielo
vestido de estrellas.
Que los recuerdos apoyen.
Que si tú estás en ello,
dos veces bueno
y yo estoy en ello.

Que fluya la magia
de los deseos, los sueños,
lo realizable y posible
que sea y que venga.

Que fluya lo bueno.
Y ¿quiénes estamos en ello?
Por un momento
me permito creer en todo esto.


-Verónica Calvo-

8 de febrero de 2018

Hoja de roble

-Imagen tomada de la red-

Miró incrédula a la rama
y a viva voz preguntó:
¿Cómo es posible
que aquí abajo me encuentre,
desunida de ti, y entre
la muerta hojarasca me quede
sin aire que me lleve?
Y el roble simplemente suspiró sereno:
Es ley de vida que así sea.

Más la pobre hoja desprendida
no podía asumir su desdicha
y volvió a hablar ahora quejumbrosa:
No puedo quedar aquí en el olvido.
Tierra poblada de secas hojas
en ellas te contemplo,
como a ese cielo tan azul
que hace que sienta ganas de llorar.
Imploro al viento que venga,
que me eleve y me lleve a otro lugar,
lejos de tu presencia desleal.
Porque unida a ti estaba
procurándote alivio y vida
y ahora aquí nada soy ya.

Pero el roble calló imperturbable.
El aire no compareció
y la hoja día a día fue secándose
mirando al roble y llorando celeste cielo.

Pasó el tiempo y en humus se transformó.
Nunca supo que su sino era ese:
acabar siendo una con Madre Tierra.

-Verónica Calvo-

(29 de septiembre de 2012)

4 de febrero de 2018

Máximas mínimas 2


-Imagen Katia Chausheva-
I.

Manifiéstate,
cúbreme y lléname.
Haz que vuelva a creer
que existes, alegría.


II.

Divagar entre paseos o poemas.
Poetizar mientras paseas.
De la muerte a la vida
por un momento de alegría.


III.

Y de aquella vida,
esta muerte.
Y de esta muerte,
este renacer.
Es cierto:
queda camino.


-Verónica Calvo-

31 de enero de 2018

Se desea


Se desea
aquello que es carencia.
Este cuerpo
es nube de (en)sueño
y fogata de primavera.

Se desea
ser cubierta por un cuerpo
que abrigue las pérdidas
y suavice las heridas.

Y la espera
se cubre de hilos,
de brasas y alertas.


-Verónica Calvo-

27 de enero de 2018

Decir y no decir

Imagen Katia Chausheva-
No sé callar algunas cosas.
Por eso te las grito si es preciso.

Sé callar cuando el tiempo
me demuestra lo indebido.
Por eso te lo digo
desde el silencio que me habita.

Y así andamos
por el vértice del tiempo.
Que si digo, que si callo,
que si escuchas o me olvidas.

Y ahora callo.
Y mañana, te lo digo.

-Verónica Calvo-

23 de enero de 2018

Aquella noche de diciembre

-Imagen tomada de la red-

A veces
todo se vuelve tan rápido
que sientes cómo desenfocas la mirada.

Luces y destellos.
Rayas luminosas.
Te agarras en ese vértigo
de velocidad y viento,
de caída al precipicio
y de elevación a la estratosfera.

Y ahí estás,
en una hora trasnochada,
viendo girar el mundo
-tu mundo-
creyendo haber resbalado
por un hueco del tiempo.

Todo tan… ¿distinto?
Es conocido y a la vez, nuevo.

El cielo se vuelve magia.
La luz es más brillante.
Y ahí estás, en la gélida noche,
al borde de la congelación
pero no lo sientes.

Recuerdas un rozar de cuerpos
y sonríes, ajena, a los que te miran.
Vuelves a tu casa sintiéndote
parte de algo, y a la vez, ajena.

-Verónica Calvo-


-Para J.-

19 de enero de 2018

Volví a Toledo

-Imagen (detalle) Edward Hooper-


Me recibió
la misma lluvia tenue
y me llevó, en la memoria,
a aquella tarde de antaño.

La misma mesa.
El mismo té caliente
humeando en la blanca taza.
El mismo frío en el ambiente.

Me levanté y salí a la amplia terraza.
Respiré, como aquella otra tarde,
el aire que se volvió vaho al expirarlo.
Frente a mí, El Alcázar.

Y volvió tu voz al contemplarlo.
Y casi sentí tu mano en la mía,
tu aroma abrazándome como un fantasma.

Volví a mi mesa, a mi té,
a abrigarme en el frío del ambiente.
Y todas aquellas voces,
altas, engoladas, estridentes,
enlatadas, felices,
consiguieron que me sintiera
aún más sola.


-Verónica Calvo-

15 de enero de 2018

Lugares aparte

-Imagen tomada de la red-
Lugares aparte
donde el tiempo se para
y estoy/estás/estamos
en sintonía con aquello
que no se explica
pero que se siente.

Escucha…
Un latido.
Tal vez tuyo/mío/nuestro.
Tal vez se lo lleve el viento
y nos libere de la justificación
dejando desnudo el verbo.

Y ahora
quedamos en silencio
ante lo que se nos ofrece:
tú/yo/nosotros
contemplando la grandiosidad
de lo que nos hace únicos; maravillosos.


-Verónica Calvo-

11 de enero de 2018

Declaración

-Imagen tomada de la red-

No doy más que lo ofrezco.
No renuncio a mis silencios,
mi libertad de acción y pensamiento
ni a mi encuentro con las sombras.

No soy más, ni menos, que lo que ves:
mujer libre como el viento,
nómada planetaria
y exploradora de universos.

Querer retenerme
es querer parar un huracán
en mitad del desierto.

Querer tenerme
es adentrarse en plena jungla
sin más protección que la esperanza.

Y para mí
la esperanza es una superstición,
tan muerta como la ley
de lo políticamente correcto.

-Verónica Calvo-

7 de enero de 2018

Máximas mínimas 1



-Imagen Katia Chausheva-
 I.

Quedarme así es darte la razón.
Y ambos sabemos
que muy pocas veces, la tuviste.

II.

Un derrumbe deja escombros
y en ellos habitan los fantasmas.
-No de difuntos. Son los tuyos,
anidados en la sombra de la mente.

III.

Creerte incorpóreo
es afirmarme en añoranzas.
Ahora viene el tiempo
de sacudir(se) el polvo
sucio del derrumbe
y barrer(se) el nuevo comienzo.

-Verónica Calvo-

3 de enero de 2018

Y de repente, un recuerdo


-Imagen tomada de la red-



Colgaban las plantas,
y las horas
y la sombra.

Aquella luz de la mañana
en tus ojos
y en el alma.

Colgaba mi ansiedad
de mi piel a la tuya
aullando de ganas.

Y aquella calma evaporada
entre nuestros cuerpos
y la cálida sábana.

-Verónica Calvo-