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-Imagen: Catrin Wel Zstein-
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Dicen que la vieron,
a la hora del poniente,
de rodillas frente al mar.
Cuentan que silenciosa estaba,
que su nada se palpaba.
Dos sombras cruzaron la playa,
y en sus manos,
cuatro estrellas dejaron.
Ella las tomó, y en viento las convirtió.
Dicen que su cabello ondeó
y una determinación, la levantó.
Nunca supieron de su aflicción.
Dejó que la pleamar la inundara.
En perla se convirtió.
Sus penas y resacas como un manto
envolvieron el horizonte que miraba.
Y así, nácar y brillo, fue llevada al alba
por un vencejo que bajó del rojo cielo,
y más allá de la línea de la vida,
fue en calma depositada.
-Verónica Calvo-
(De Agua)