Me recibió
la misma lluvia tenue
y me llevó, en la memoria,
a aquella tarde de antaño.
La misma mesa.
El mismo té caliente
humeando en la blanca taza.
El mismo frío en el ambiente.
Me levanté y salí a la amplia terraza.
Respiré, como aquella otra tarde,
el aire que se volvió vaho al expirarlo.
Frente a mí, El Alcázar.
Y volvió tu voz al contemplarlo.
Y casi sentí tu mano en la mía,
tu aroma abrazándome como un fantasma.
Volví a mi mesa, a mi té,
a abrigarme en el frío del ambiente.
Y todas aquellas voces,
altas, engoladas, estridentes,
enlatadas, felices,
consiguieron que me sintiera
aún más sola.
-Verónica Calvo-