La primera vez que leí "El guardián entre el centeno", de J.D. Salinger, tenía dieciocho años. A día de hoy lo considero mi libro favorito, y suelo
leerlo una vez al año.
Fue muy criticado cuando se publicó, allá en el año 51, por su
lenguaje ofensivo, y por referenciar a las drogas, el alcohol y la
prostitución. A día de hoy sigue levantando polémica entre seguidores y detractores.
La historia está narrada en primera persona, en la voz de su
protagonista, Holden Caulfield, un adolescente que nos narra sus peripecias en
Nueva York tras ser expulsado de su escuela.
La historia está ambientada en el Nueva York que se recupera de la
guerra, y su protagonista nos adentra, de manera fluida, en su realidad:
fracaso escolar, rígidas normas de una familia tradicional, la experiencia
sexual en sus formas más aberrantes y sus pensamientos y reflexiones sobre todo
lo vivido y experimentado.
Lo que más me conmueve de esta historia, es la ingenuidad, y a la
vez claridad, con que Holden va enfrentándose a todo lo que le ha sucedido en
su vida.
Es una
narración cruda, a veces incluso dolorosa, pero a la vez, te hace reflexionar
sobre los valores y la sociedad, el desamparo de los más "débiles" y
el consiguiente abuso que sufren.¿Habéis leído este libro? ¿Qué os ha parecido?
Y a los que no lo habéis leído, ¿pensáis leerlo?
Empieza así:
"Si de
verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es
dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes
de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas
de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo, porque a mis
padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida
privada. Para esas cosas son muy especiales, sobre todo mi padre. Son buena
gente, no digo que no, pero a quisquillosos no hay quien les gane. Además, no
crean que voy a contarles mi autobiografía con pelos y señales. Sólo voy a
hablarles de una cosa de locos que me pasó durante las Navidades pasadas, antes
de que me quedara tan débil que tuvieran que mandarme aquí a reponerme un poco.
A D.B. tampoco le he contado más, y eso que es mi hermano. Vive en Hollywood.
Como no está muy lejos de este antro, suele venir a verme casi todos los fines
de semana. El será quien me lleve a casa cuando salga de aquí, quizá el mes
próximo. Acaba de comprarse un «Jaguar», uno de esos cacharros ingleses que se
ponen en las doscientas millas por hora como si nada. Cerca de cuatro mil
dólares le ha costado. Ahora está forrado el tío. Antes no. Cuando vivía en
casa era sólo un escritor corriente y normal. Por si no saben quién es, les
diré que ha escrito El
pececillo secreto, que es un
libro de cuentos fenomenal. El mejor de todos es el que se llama igual que el
libro. Trata de un niño que tiene un pez y no se lo deja ver a nadie porque se
lo ha comprado con su dinero. Es una historia estupenda. Ahora D.B. está en
Hollywood prostituyéndose. Si hay algo que odio en el mundo es el cine. Ni me
lo nombren.
Empezaré por el día en que salí de Pencey, que es un
colegio que hay en Agerstown, Pennsylvania. Habrán oído hablar de él. En todo
caso, seguro que han visto la propaganda. Se anuncia en miles de revistas
siempre con un tío de muy buena facha montado en un caballo y saltando una
valla. Como si en Pencey no se hiciera otra cosa que jugar todo el santo día al
polo. Por mi parte, en todo el tiempo que estuve allí no vi un caballo ni por
casualidad. Debajo de la foto del tío montando siempre dice lo mismo: «Desde
1888 moldeamos muchachos transformándolos en hombres espléndidos y de mente
clara.» Tontadas. En Pencey se moldea tan poco como en cualquier otro colegio.
Y allí no había un solo tío ni espléndido, ni de mente clara. Bueno, sí. Quizá
dos. Eso como mucho. Y probablemente ya eran así de nacimiento. (...)"
Algunas frases de Holden:
"Los libros que de verdad me gustan, son esos
que cuando acabas de leerlos, piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo,
para poder llamarle por teléfono cuando quisieras."
"No sé por qué hay que dejar de querer a una
persona sólo porque ha muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que los que
siguen viviendo."
"Lo que haría sería hacerme pasar por sordomudo
y así no tendría que hablar. Si querían decirme algo, tendrían que escribirlo
en un papelito y enseñármelo. Al final se hartarían y ya no tendría que hablar
el resto de mi vida. Pensarían que era un pobre hombre y me dejarían en
paz."
"Yo nunca le gritaría a nadie "buena suerte". Si lo piensas bien, suena horrible."
(Imágenes tomadas de la red)
(Imágenes tomadas de la red)