15 de febrero de 2020

Lugar secreto


Ayer volviste a ese lugar tan nuestro. Nadie sabe nada, aunque creen saberlo todo. Son esas pequeñas cosas tan nuestras que nos engrandecen.
Te vi tenderme la mano.
Yo, la tomé.
Ayer recibí todo de ti. Ayer todo te lo di.
De fondo, nuestra canción. 
Si pudieran oírla (y entenderla), dirían que es derrotista. Solo nosotros sabemos el peso que tiene en nuestras vidas. De ella, de su aparente conformismo, nos desprendemos de tanta patada y desilusión y nos recomponemos, en un baile, que ni entienden ni les pertenece.
Somos lo que nos apetece ser ahora; a pesar de los pasos perdidos con sus ecos.
Ayer regresaste, intacto y en silencio.
Te di mi mano.
La retuviste entre las tuyas.
La noche puede ser oscura, tétrica y asesina. Noches así hay que saber aguantarlas. Sobrevivirlas. Nuestra noche siempre es hermosa. Inspira y aúna estas locuras que a nadie le interesan.
La noche se encuentra en la oscuridad, que media, entre mi mente y tu mirada.
La poesía, vamos a dejársela a los buenos poetas. La metáfora se queda en el pestañeo que solo nosotros entendemos. Ahora se trata de prosa.
Prosa que resbala por mi espalda y muere en el suspiro de tu Letra.

Ayer regresaste, a este lugar que a nadie importa, y que huye de pareceres y análisis.
Y como el humo, que escapa por una ventana abierta, te fuiste dejándome toda esta paz teñida de nostalgia, que me mantiene.

-Verónica Calvo-

5 de febrero de 2020

Después de la tiniebla, oda a la vida

-Imagen tomada de internet-
Conmemórame,
como yo te celebro.

Dame el vino de los dioses
y sírvelo en el lecho.
Entrégame tu beso,
etéreo, casi al viento,
y llévame a lo eterno.

En el corazón,
la forma de los tiempos,
cincelan nuevos conceptos.

(Desvélame de velos,
                  invéntame en el lienzo).

Celébrame,
como yo te conmemoro.

Me desnudo
en el parpadeo de tu ojo.
Soy memoria
en la sangre de las venas.

De esta vida, a cualquier plano.
En esta vida transitoria, de tu mano.

-Verónica Calvo-

(A M. C, que me sumergió en In ictu oculi de Juan Valdés Leal y en Humano fragilidad, de Salvator Rosa, inspiradores de este poema)