29 de septiembre de 2016

XLV


¿De qué color es el dolor?
¿Y a qué sabe?
Acaso su tacto sea como la niebla
y su fragancia como la leña.
Dolor,
bendito tú seas entre todas las mujeres
que se anestesian en brazos del amor,
y bendito es el fruto de sus vientres ajados.
Ellas saben de tu color,
de tu sabor,
de tu fragancia.
Saben más por apaleadas que por viejas.
Ellas saben.
Pero callan.

-Verónica Calvo-
Las pequeñas esencias

25 de septiembre de 2016

Antonio Orejudo: Ventajas de viajar en tren


-Imagen tomada de la red-
Sinopsis

Después de dejar a su marido ingresado en un hospital psiquiátrico en el norte, una mujer regresa en tren a Madrid. En el vagón, un desconocido, para amenizar el viaje, le pregunta de pronto: «¿Le apetece que le cuente mi vida?». Se trata de Ángel Sanagustín, psiquiatra que trabaja en la misma clínica y estudioso de los trastornos de la personalidad a través de los relatos y los escritos de los pacientes. Esos textos son los que guarda en una carpeta roja que lleva consigo. Hay casos de esquizofrenia, de dobles vidas, de paranoicos convencidos del control gubernamental a los ciudadanos mediante la clasificación de sus desperdicios. Cuando el psiquiatra baja un momento en una de las paradas en busca de un refresco y pierde el tren, la mujer tiene en sus manos la carpeta con los escritos. Irresistiblemente, querremos leerlos con ella.

 Ella tenía veintinueve años y él cincuenta y dos. Ella creyó que se casaba con su autor favorito, pero en realidad se había enamorado del narrador, y se casó con un personaje.

La historia arranca cuando Helga Pato, editora, viaja en un tren tras dejar a su marido internado en un psiquiátrico. Enseguida un viajero, que dice ser psiquiatra, entabla conversación con ella.
Sin más, este personaje, Ángel Sanagustín, le cuenta su vida. Está trabajando sobre los trastornos de personalidad y cuenta con numerosos informes e historias de pacientes, esquizofrénicos en su mayoría.
   Helga Pato escucha con interés y atención cada historia que Sanagustín va desvelando, pero en una parada, el psiquiatra baja a por un refresco y no regresa. El tren parte sin él, pero ha dejado su carpeta con todas esas historias, que Helga recoge con la esperanza de encontrarle y devolvérsela.
  
Helga Pato aprovechó aquella cita para visitar a su antiguo profesor, Adrián Montoro, la persona que le hubiera dirigido su tesis sobre la autoría colectiva de la épica medieval de no haber conocido a W y haberlo dejado todo por amor. Montoro era además una especie de consejero personal. Siempre había estado dispuesto a escucharla paciente y cariñoso en esos momentos de tribulación y desánimo que se apoderaban de Helga en el extranjero antes de comprender que el extranjero no es un lugar, sino un estado de ánimo.

 Orejudo, a partir de esta introducción, nos sumerge en una serie de relatos cortos unidos por una trama en común y que concluyen con el último relato.
   Helga Pato irá descubriendo una trama confusa que hace que ella misma delire y se confunda, en su encuentro con Ángel Sanagustín.

 Lo único que dejamos a las personas cuando nos esfumamos es un puñado de palabras. Pero una cosa son las palabras y otra muy distinta la verdad. Algunas veces coinciden y otras no. 

¿Quién es este psiquiatra? ¿Qué va descubriendo Helga? Lo tendréis que adivinar si lo leéis. Relatos divertidos, ácidos, irónicos. Son protagonistas peculiares, como no podía de ser de otra manera, deliran y nos plantean situaciones que no nos ajenas por lo cotidiano.
  Ventajas de viajar en tren obtuvo el XV Premio Andalucía de Novela.

  
Editorial: Tusquets
Número de páginas: 160
ISBN: 9788490661314
Precio: 14€

21 de septiembre de 2016

Humo


-Imagen Paula Bonet-
Sostengo humo
entre mis brazos dormidos.
Lo mezo, lo inhalo, me nutro.

Fantasma en blancos y grises,
me envuelve y acaricia,
en su ingrávida figura.

Deseo que me hable,
que siempre esté conmigo.

Pero el humo es solo humo,
y se va. Lento, silencioso…
          
        Quedo en mi soledad.



-Verónica Calvo-

17 de septiembre de 2016

Terrores infantiles

-Imagen David Ho-



Me despertó mi hija:

—¡Mamá… mamá!

Acudí a su habitación, encendí la luz y la vi, abrazada a su osito muy asustada:

—¡Hay una niña debajo de mi cama!

Hacía semanas que no tenía esta pesadilla. No pude evitar sonreír cuando repetí la puesta en escena: acariciar la carita de mi hija, llevarme el dedo índice a los labios, arrodillarme despacio y levantar las mantas para mirar.
Entonces…

—Por favor, señora, haga algo... ¡Hay una niña en mi cama!


-Verónica Calvo-


13 de septiembre de 2016

Retrato de mujer

-Imagen katia chausheva-

Turbia la mirada,
fría su piel de espuma.
Descalza por la orilla
arrastra encajes deslucidos.
Ondea el enmarañado cabello,
cubierto de algas,
al insistente viento de poniente.

Su memoria habita
poemas de Pizarnik.
Acuna en su pecho
dos piedras negras
pulidas por la resaca.
Traslúcida, casi etérea,
es espectro de sí misma.

Quiere volar como gaviota,
ser viento mistral,
asolar desilusiones.
Volver a la línea
curva del horizonte,
renacerse en el reflejo
de la luna bañada en mar.

Y sigue su paseo por la orilla.
Avanza el ocaso y asoman
las primeras estrellas.
La mujer solitaria y ausente,
desdibuja su silueta
al amparo del olvido.


-Verónica Calvo-

5 de septiembre de 2016

Silencio y más silencio

-Pintura de Duy Huynh-

El arte de saber callar a tiempo.
A qué esas verdades
que no se piden y que dañan.

Altivez escudada
en el miedo del espejo
que te devuelve una mirada.

El porqué de los silencios…
Hilos sin respuesta
son muros que protegen calma.

Recibiréis silencio,
y más silencio,
entre tanta palabra vana.


-Verónica Calvo-

1 de septiembre de 2016

Ángel González: Mensaje a las estatuas


-Imagen tomada de la red-


Vosotras, piedras
violentamente deformadas,
rotas
por el golpe preciso del cincel,
exhibiréis aún durante siglos
el último perfil que os dejaron:
senos inconmovibles a un suspiro,
firmes
piernas que desconocen la fatiga,
músculos
tensos
en su esfuerzo inútil,
cabelleras que el viento
no despeina,
ojos abiertos que la luz rechazan.
Pero
vuestra arrogancia
inmóvil, vuestra fría
belleza,
la desdeñosa fe del inmutable
gesto, acabarán
un día.
El tiempo es más tenaz.
La tierra espera
por vosotras también.
En ella caeréis por vuestro peso,
seréis,
si no cenizas,
ruinas,
polvo, y vuestra
soñada eternidad será la nada.
Hacia la piedra regresaréis piedra,
indiferente mineral, hundido
escombro,
después de haber vivido el duro, ilustre,
solemne, victorioso, ecuestre sueño
de una gloria erigida a la memoria
de algo también disperso en el olvido.