-Imagen
tomada de la red-
Ya
los labios de ayer han roto el origen
del
canto. El sonido acaba en el
mar.
No puede saltar desde la inmensidad
de
la muerte. En la oscurísima
nieve
del invierno, en la ribera, pasa
caminando
una grulla. Sus alas
desplegadas
sostienen el espacio entre
el
cielo y la tierra. Fuego de
esplendor
trágico. Cierta clase de martirio.
Al
fin y al cabo, las plumas no
se
descomponen, sino que regresan a la
tierra.
Tienen la promesa de que
su
fantasma revoloteará, sujeto al viento.
Al
cabo de un momento la soleada
terraza
se vuelve húmeda y fría. Ni siquiera
la
ventana puede eludir la memoria
de
un simple destello en el fondo de un lago.
-Lan
Ling-
(Pertenece
a El barco de orquídeas, antología de poetisas chinas recopiladas por
Ling Chung y Kenneth Rexroth. Traducción de Carlos Manzano)
-Imagen
Remedios Varo-
Hay
abandono en tu postura.
Un
rayo de sol acaricia tu cabello.
Tantas
veces quisiste ser aire…
Ahora
a la tierra te entregas.
Soñaste
un muro de piedra.
Un
muro de piedra escalaste.
Siendo
tú, tanta tierra,
¿cómo
acabaste siendo aire?
Debajo
de tu nombre
existe
un campo de trigo.
Dentro
de tu mirada
la
niebla todo lo abarca.
En
un poema inacabado
eres
el aire que levanta la tierra.
Eres
la tierra que se abandona en el aire.
-Verónica
Calvo-
I
Abrir
la ventana.
Respirar
el aroma del domingo.
Solo
cielo azul.
Ningún
sonido.
II
Es
la quietud.
El
eterno eco del no sonido.
Hay,
en el cielo, muchos suspiros.
III
Abrir
la ventana.
Sentir
los pasos perdidos.
El
silencio sepulcral del domingo amanecido.
-Verónica
Calvo-
-Imagen Hu Jundi-
-Imagen
tomada de la red-
Lo
que duró un minuto.
Lo
que sentí en su silencio.
Atravesar
el frío de un nombre
y
acariciar el filo de su aura.
Destellos
en el túnel
donde
se diluyen los poemas.
Anticipada
ausencia
vibrante
de presencia.
Y
luego…
Regresar
a mi jardín,
donde
el verdor cubre con su manto
la
tristeza. Lo no dicho. Lo sentido.
Hay
un ave que vuela libre
en
mi libreta.
-Verónica
Calvo-