4 de marzo de 2019

A veces

-Imagen Brooke Shaden-
A veces
quiero ser viento.
Levantar a mi paso,
el polvo del camino.
Sepultar a manipuladores,
mentirosos convulsivos,
farsantes de medio pelo,
mediocres que se venden
robando la creación del otro,
políticos, soberbios,
envidiosos, inapetentes
de vida y muerte, indecisos,
psicópatas y codiciosos.

A veces quiero
despeinar olvidos,
enredar entuertos.

-Verónica Calvo-



27 de febrero de 2019

Las chicas


Cruzaban los parques
como una bandada de estorninos.
A su paso,
brisa fresca y algo de hielo.

Las chicas
vestían faldas cortas,
camisetas negras,
y pantalones ajustados,
Las chicas,
labios rojos, rímel azul,
ojos oscuros perfilados.
Las chicas
retaban muertes,
bebían vida.

Subían montañas
fundidas en el ocaso.
Llevaban cucharas,
para rebañar, lo que quedaba del día.
Robaban la estrella vespertina,
y con ella, se adornaban.

Las chicas,
réquiem y canto.
Las chicas,
cascabeles a su paso.
Las chicas,
fumaban nubes de desencanto.

Las chicas,
perduran en el letargo.


-Verónica Calvo-

21 de febrero de 2019

Poema a mi padre



Dejo unas rosas
en el pedestal a tu memoria.
Me sonríes
desde el vapor donde habitas.
No hay un día
que no acudas a mi encuentro.

Y, aun así,
en este día tu recuerdo
es más recuerdo.

Te conmemoro,
te felicito
y te imagino.

En este lugar del Silencio,
donde la sombra no inoportuna,
hablamos sin sonidos.
Tu mirada en la mía,
las rosas, sin espinas.

 -Verónica Calvo-

17 de febrero de 2019

La pintora de nubes




Tenía siete años cuando se fijó que en el cielo pasaban cosas curiosas. Por más que insistió en que había una oveja saltando una nube, nadie la creyó.
Cuánta imaginación, decían los mayores. Pero ella no solo vio esa oveja ese día, también vio un elefante.
A los diez años la regalaron por su cumpleaños una cámara fotográfica. No había día en que no retratase alguna nube que, generalmente, tenían formas de animales, aunque alguna cara también se dejaba ver. Rostros amables, sonrientes, incluso traviesos.
A los veinte años empezó a pintar al pastel, algunas imágenes de las nubes que había fotografiado. Sus pinturas eran buenas, decían.
Ya cumplidos los veintisiete, expuso en una galería. La prensa se hizo eco y empezó a cotizar. Por aquellos meses, se enamoró y ya solo veía corazones en el cielo. Etapa rosa, dijeron los entendidos.
Siguió mirando el cielo y pintando, pero ahora también encontraba formas llenas de misterio, con aquellos claros y oscuros que aportaba el crepúsculo.
Una tarde de mayo él la abandonó entre el bullicio de una cafetería del centro.
Empezó a ver caras siniestras, oscuras, delirantes. Etapa negra, sentenciaron.
De esto han pasado quince años y ella sigue pintando lo que las nubes sienten, y lo sabe muy bien, porque se han metido en su cabeza, nublando la luz de la razón.

-Verónica Calvo-

10 de febrero de 2019

A usted


-Imagen Duy Huynh-
Confórmese
con el recuerdo
de aquella noche
de noviembre,
empañando los cristales.
Lo pasamos bien.
(Usted mejor que yo).

No venga con simplezas.
A mí no me pierde su camino,
ni me molesta ser in extremis,
en su lista, ampliamente recorrida.
¿Se lo recuerdo?
Yo no estoy (ni estuve, ni estaré).

Que un año da para mucho.
Que en un año se vive,
muere y renace en una
constante vital, donde
hay puertos o extravíos.

No sea egocéntrico.
Una foto y una frase
bien puede ser ficción,
o verdad ajena a su
propiedad. No se adueñe
de lugares ni de mundo.

Se lo advertí hace un siglo:

usted se arriesga
a acabar en un poema,
como este,
tejido en su olvido.


-Verónica Calvo-