8 de febrero de 2018

Hoja de roble

-Imagen tomada de la red-

Miró incrédula a la rama
y a viva voz preguntó:
¿Cómo es posible
que aquí abajo me encuentre,
desunida de ti, y entre
la muerta hojarasca me quede
sin aire que me lleve?
Y el roble simplemente suspiró sereno:
Es ley de vida que así sea.

Más la pobre hoja desprendida
no podía asumir su desdicha
y volvió a hablar ahora quejumbrosa:
No puedo quedar aquí en el olvido.
Tierra poblada de secas hojas
en ellas te contemplo,
como a ese cielo tan azul
que hace que sienta ganas de llorar.
Imploro al viento que venga,
que me eleve y me lleve a otro lugar,
lejos de tu presencia desleal.
Porque unida a ti estaba
procurándote alivio y vida
y ahora aquí nada soy ya.

Pero el roble calló imperturbable.
El aire no compareció
y la hoja día a día fue secándose
mirando al roble y llorando celeste cielo.

Pasó el tiempo y en humus se transformó.
Nunca supo que su sino era ese:
acabar siendo una con Madre Tierra.

-Verónica Calvo-

(29 de septiembre de 2012)

4 de febrero de 2018

Máximas mínimas 2


-Imagen Katia Chausheva-
I.

Manifiéstate,
cúbreme y lléname.
Haz que vuelva a creer
que existes, alegría.


II.

Divagar entre paseos o poemas.
Poetizar mientras paseas.
De la muerte a la vida
por un momento de alegría.


III.

Y de aquella vida,
esta muerte.
Y de esta muerte,
este renacer.
Es cierto:
queda camino.


-Verónica Calvo-

31 de enero de 2018

Se desea


Se desea
aquello que es carencia.
Este cuerpo
es nube de (en)sueño
y fogata de primavera.

Se desea
ser cubierta por un cuerpo
que abrigue las pérdidas
y suavice las heridas.

Y la espera
se cubre de hilos,
de brasas y alertas.


-Verónica Calvo-

27 de enero de 2018

Decir y no decir

Imagen Katia Chausheva-
No sé callar algunas cosas.
Por eso te las grito si es preciso.

Sé callar cuando el tiempo
me demuestra lo indebido.
Por eso te lo digo
desde el silencio que me habita.

Y así andamos
por el vértice del tiempo.
Que si digo, que si callo,
que si escuchas o me olvidas.

Y ahora callo.
Y mañana, te lo digo.

-Verónica Calvo-

23 de enero de 2018

Aquella noche de diciembre

-Imagen tomada de la red-

A veces
todo se vuelve tan rápido
que sientes cómo desenfocas la mirada.

Luces y destellos.
Rayas luminosas.
Te agarras en ese vértigo
de velocidad y viento,
de caída al precipicio
y de elevación a la estratosfera.

Y ahí estás,
en una hora trasnochada,
viendo girar el mundo
-tu mundo-
creyendo haber resbalado
por un hueco del tiempo.

Todo tan… ¿distinto?
Es conocido y a la vez, nuevo.

El cielo se vuelve magia.
La luz es más brillante.
Y ahí estás, en la gélida noche,
al borde de la congelación
pero no lo sientes.

Recuerdas un rozar de cuerpos
y sonríes, ajena, a los que te miran.
Vuelves a tu casa sintiéndote
parte de algo, y a la vez, ajena.

-Verónica Calvo-


-Para J.-