Esta cálida noche de verano, a la luz de las estrellas, quiero contaros una historia que nunca encontraréis en los libros de Historia.
Había una vez una Reina llamada Gertrudis Van Pulgis que vivió allá por el siglo del Señor (feudal, en este caso) XIV en un diminuto país, que ya no existe, llamado Escaparate.
Esta Reina era muy versada, amante de los buenos debates, las conversaciones inteligentes, las artes en su máxima libertad (sobre todo la música) y la filosofía. Creadora de Foros, hermosa, inteligente y fuerte. Fue una mujer adelantada a su época, no hay duda.
Gustaba tocar el clavicémbalo y componer bellas tonadas para deleitar a la corte en las noches de festines y hazañas. Mujer pacífica donde las hubo, trataba de reinar en armonía cumpliendo su destino siempre revelado por el Mago Real, que leía en espejos y pozos simétricos (y asimétricos también si estaba muy inspirado)la Gran Época Dorada que ella, ya era una realidad, estaba implantando en aquellas tenebrosas tierras gélidas con aullidos de lobos y guerras donde se arrojaban calderos de agua hirviendo como si fuera la cosa más normal del mundo.
Ensimismada a veces en su mundo y siempre risueña, trataba de hacer felices a todos aquellos que vivían en su Reino y fuera de el. Por supuesto no pensaba en matrimonio y elegantemente había despachado a todos los príncipes y nobles casaderos que suspiraban por firmar aquel contrato para unificar Reinos y Tierras. Al fin y al cabo, Escaparate era tan pequeño que pasaba desapercibido para la gran voracidad materialista de tantos.
Un día llegó un nuevo clavicordio al Castillo, por lo que nuestra Reina organizó una velada cultural para esa misma noche.
Toda la corte estaba ansiosa por degustar las viandas que se ofrecerían, por paladear los mejores vinos y por supuesto, por lucirse con sus mejores ropajes y joyas.
Acudieron puntuales ala Gran Sala de los Acordes, donde Gertrudis concentrada en el instrumento, tocaba una y cada una de las teclas, creando arpegios y sublimes escalas, maravillando al infinito con esas melodías que fundían hasta a los más duros corazones.
No bien hubo terminado, todos, sin excepción, rompieron a aplaudir en una gran ovación, con sus sonrisas anchas y sus entregas hacia el talento de su mentora y protectora.
Gertrudis Van Pulgis se levantó y fijó su mirada en toda la corte. Entonces, hizo una profunda reverencia y salió de la estancia para asombro de todos, que una vez recuperados del raro momento aquel, se entregaron ávidos a los placeres de la mesa.
Si esta historia figurara enla Historia , entenderíamos por qué Gertrudis Van Pulgis al día siguiente modificó la historia de Escaparate y sus gentes (todo es integral).
Pero claro, queridos míos, vosotros, pacientes lectores que habéis llegado hasta aquí en vuestra lectura, merecéis saber qué sucedió, y como agradecimiento a vuestro esfuerzo e interés, os lo relataré sin más dilación:
Sucedió que nuestra Reina simplemente estaba comprobando la afinación del instrumento y calentando sus dedos antes de empezar con la velada musical. Se dio cuenta del por qué del nombre de su diminuto Reino que tan sabiamente le puso su honorable padre.
Al día siguiente reunió a sus ministros y ala Corte de Pelotas (como les llamó sin pudor) y abdicó a favor de su hermana Ulrika Van Pulgis (que se frotaba las feas manos pensando en que por fin se casaría y podría disfrutar de la vida que ahora no tenía, es decir, sexo, sexo, poder, sexo y poder) y sin más, salió de sus dominios al atardecer.
Y como soy una estudiosa de historias olvidadas -o repudiadas, porque hay algunas tan sinceras que se mandan al exilio-, seguí los pasos de nuestra soberana:
Se trasladó a una ciudad (cuyo nombre ya no existe tampoco) y fundó un Foro donde los artistas y filósofos podían convivir de puertas a dentro para impedir que otra Corte de Pelotas viniera a arruinarles la creatividad. En este Foro sólo había una norma: respeto por la obra-pensamiento ajeno y sinceridad.
Y ahora queridos, os dejo por esta noche. He de reunirme con mi foro mental donde convive la filosofía con sus debates y las ganas incontrolables que tengo de escribir un poema.
Hasta otra.
Había una vez una Reina llamada Gertrudis Van Pulgis que vivió allá por el siglo del Señor (feudal, en este caso) XIV en un diminuto país, que ya no existe, llamado Escaparate.
Esta Reina era muy versada, amante de los buenos debates, las conversaciones inteligentes, las artes en su máxima libertad (sobre todo la música) y la filosofía. Creadora de Foros, hermosa, inteligente y fuerte. Fue una mujer adelantada a su época, no hay duda.
Gustaba tocar el clavicémbalo y componer bellas tonadas para deleitar a la corte en las noches de festines y hazañas. Mujer pacífica donde las hubo, trataba de reinar en armonía cumpliendo su destino siempre revelado por el Mago Real, que leía en espejos y pozos simétricos (y asimétricos también si estaba muy inspirado)
Ensimismada a veces en su mundo y siempre risueña, trataba de hacer felices a todos aquellos que vivían en su Reino y fuera de el. Por supuesto no pensaba en matrimonio y elegantemente había despachado a todos los príncipes y nobles casaderos que suspiraban por firmar aquel contrato para unificar Reinos y Tierras. Al fin y al cabo, Escaparate era tan pequeño que pasaba desapercibido para la gran voracidad materialista de tantos.
Un día llegó un nuevo clavicordio al Castillo, por lo que nuestra Reina organizó una velada cultural para esa misma noche.
Toda la corte estaba ansiosa por degustar las viandas que se ofrecerían, por paladear los mejores vinos y por supuesto, por lucirse con sus mejores ropajes y joyas.
Acudieron puntuales a
No bien hubo terminado, todos, sin excepción, rompieron a aplaudir en una gran ovación, con sus sonrisas anchas y sus entregas hacia el talento de su mentora y protectora.
Gertrudis Van Pulgis se levantó y fijó su mirada en toda la corte. Entonces, hizo una profunda reverencia y salió de la estancia para asombro de todos, que una vez recuperados del raro momento aquel, se entregaron ávidos a los placeres de la mesa.
Si esta historia figurara en
Pero claro, queridos míos, vosotros, pacientes lectores que habéis llegado hasta aquí en vuestra lectura, merecéis saber qué sucedió, y como agradecimiento a vuestro esfuerzo e interés, os lo relataré sin más dilación:
Sucedió que nuestra Reina simplemente estaba comprobando la afinación del instrumento y calentando sus dedos antes de empezar con la velada musical. Se dio cuenta del por qué del nombre de su diminuto Reino que tan sabiamente le puso su honorable padre.
Al día siguiente reunió a sus ministros y a
Y como soy una estudiosa de historias olvidadas -o repudiadas, porque hay algunas tan sinceras que se mandan al exilio-, seguí los pasos de nuestra soberana:
Se trasladó a una ciudad (cuyo nombre ya no existe tampoco) y fundó un Foro donde los artistas y filósofos podían convivir de puertas a dentro para impedir que otra Corte de Pelotas viniera a arruinarles la creatividad. En este Foro sólo había una norma: respeto por la obra-pensamiento ajeno y sinceridad.
Y ahora queridos, os dejo por esta noche. He de reunirme con mi foro mental donde convive la filosofía con sus debates y las ganas incontrolables que tengo de escribir un poema.
Hasta otra.