2 de septiembre de 2013

De regreso...




Hola de nuevo.

Tras este paréntesis de tiempo, regreso.
Mi ausencia se ha debido a la falta de tiempo para atender el blog, ya que he estado inmersa en un ilusionante proyecto: la publicación de mi primer poemario, “Las pequeñas esencias”, a cargo de la editorial 2 de Letras, habiéndome implicado también con ellos en otras tareas.

Inicio una nueva etapa y con ella, este blog cambia.
Como sabéis, escribía poemas y alguna prosa cada tres o cuatro días.
Esa era la línea de mi blog: letras de mi autoría.
Ahora cambio los contenidos:
Escribiré mis letras no con tanta frecuencia, postearé poesías o prosas que me gusten, os mantendré informados sobre cultura, presentaciones, firmas de libros, etc., y como todo está en continuo movimiento, seguro que irán surgiendo más contenidos.

He retirado, por motivos obvios, una parte importante de mi obra. Ahí quedan algunos poemas y prosas seleccionadas.

Leeré vuestros blogs e iré comentando, aunque por motivos de tiempo no contestaré comentarios en mi blog.

Gracias a todos/as por vuestro interés y por volver a leer este blog.

4 de marzo de 2013

El tiempo de los Bosques




Era el tiempo de los Bosques.
Húmedas maderas saturaban
fríos aires de relentes,
de amaneceres en Ella.

Los árboles se erguían,
abrazaban el cielo
y en sus ramas espantaban los temores.

Era el tiempo del eco,
de la ancestral sabiduría,
de los fuegos perpetuos.

Pero los Bosques fueron saqueados
y los árboles talados,
quemados, olvidados.

Y vinieron Ellos,
los oscuros y siniestros.
Repoblaron el vientre de Ella
donde fecundaron tinieblas.

Los árboles callan.
Su silencio es casi inamovible
y sólo quien serena y escucha
puede quebrarse en su lamento.

Y aún así
                    los Bosques volverán.

-Verónica Calvo-


25 de diciembre de 2012

A una hoja




Hoy una hoja de otoño ha resbalado 
y en su liviana caída hacia el suelo,  
como queriendo encontrar su consuelo,
un susurro inaudible ha entregado.

Recuerda la primavera y la brisa
repleta de olores de nardo y rosa,
fragancias del jardín donde reposa,
siguió suspirando la hoja entre risas.

Pobre hoja desprendida por el viento
cuya vida eterna ella la creyera
y encontró el olvido, marchito y frío.

Aquí ahora la miro y me sustento
en la brevedad de su primavera, 
de su frágil recuerdo ahora mío.

-Verónica Calvo-

21 de diciembre de 2012

Tanka 3





 Beso tus labios
mis deseos entrego
abro mi cuerpo
 sustancia del alma es
siendo tú feliz muero








17 de diciembre de 2012

La olla




Antes de acostarse puso los garbanzos en agua con un poco de bicarbonato. Luego se fue a dormir pero antes añadió a la lista de la compra la col que necesitaba para el “cocido apañao” que tanto éxito tenía entre sus amistades.
A primera hora fue al mercado, hizo las compras y regresó a casa.
Escurrió los garbanzos, los lavó y añadió a la olla los ingredientes: sal, aceite, zanahoria, puerros, un poco de tocino y un trozo de pechuga de pollo.
Cerró la olla a presión y le dió la media hora que requería.
Mientras, aireó la casa, limpió, ordenó y puso la mesa con el mantel que Kike le trajo de Portugal y sacó la vajilla de su abuela.
Eligió un reserva del Gállego y lo llevó a la mesa para ser descorchado diez minutos antes de servir.
Puso música de fondo y se entretuvo regando las plantas de la terraza.
Una vez transcurrió la media hora dejó que escapara lentamente el vapor de la olla y al destaparla aspiró aquel aroma.
Solo por el olor sabía que había quedado exquisito. Se felicitó a si misma por su obra de arte y pasó todo el contenido a una cazuela de barro para guardar el calor.
Troceó la col y la lavó con esmero, la puso en la olla, cubrió con agua y volvió a cerrar la tapa.
Laminó unos dientes de ajo quitándoles el germen y los dejó en una sartén con aceite y el pimentón cerca para rehogar la col antes de llevarla a la mesa.
Mientras se hacía se duchó y arregló.

Algo pasaba.
Un contratiempo. No había manera de abrir la olla.
Ya estaba dando algún problema, pero justo hoy iba a darlos todos.
Pensó en la ley de Murphy y despotricó.
Recurrió a los trucos aprendidos y volvió a poner la olla al fuego. Se calentó un poco y volvió a intentarlo.
Nada.
Enfrió al grifo.
Tampoco.
Intentó dar golpes con el martillo de madera.
Imposible.
“Bueno-pensó-Kike la abrirá.”
A las dos en punto Kike llamaba a la puerta.
Le explicó el percance con la col dentro de la olla y fueron a la cocina.
Kike intentó todo pero lo cierto es que la olla permanecía cerrada a cal y canto. La col se había acorazado allí dentro.
Desistieron, comieron, hicieron animada sobremesa y cuando Kike se fue, bajó la olla al contenedor.
Este estaba lleno, así que dejó la olla en el alcorque del árbol y se fue.

A las dos horas se escuchó un gran revuelo en la calle a la vez que un policía llamaba a su puerta.
Abrió algo asustada.
   - Señora por favor, desaloje el edificio con la máxima brevedad posible.
Agarró una chaqueta al vuelo y corrió escaleras abajo.
Ya en la calle vio policías y artificieros desplegados en torno a su olla.
No dijo nada pero se moría de vergüenza y sólo deseaba que la maldita olla fuera explosionada, que la col volara por los aires y poder subir de nuevo a casa para llamar a Kike, gritarle hasta quedar afónica y luego morirse de risa.