-Imagen tomada de la red-
|
Volví a nuestro cine
y me senté en la última fila,
bien centrada con la pantalla.
También a ti te gustaba el cine,
la última fila y la butaca centrada.
En la oscuridad de la sala
comencé a añorarte,
a sentirme muy sola y triste.
Miré la butaca vacía a mi derecha
e imagine tu presencia.
Extendí mi mano y acaricié allí
donde debía estar la tuya
y solo arañé el aire.
Bendita soledad de algunos cines
con sus extraños horarios,
que dejan intimidad para secar lágrimas.
La película no te habría terminado de gustar,
pero luego, en nuestro rincón del bar,
habríamos desgranado su estructura:
los planos, la luz, el vestuario,
la interpretación, el guion…
Concluiríamos, como siempre,
comentando nuestros puntos de vista
en cuanto a su mensaje.
Y salí de la sala a paso lento
por no importunar a mis fantasmas.
Pasé delante de nuestro bar
y supe, conteniendo la emoción,
que había ganado otra batalla
a esos lugares a los que, sin ti, no había vuelto.
-Verónica Calvo-