30 de noviembre de 2017

Zuloaga en el París de la Belle Époque. 1889-1914

-Imagen: Ignacio Zuloaga-

La exposición en Madrid de Ignacio Zuloaga en el París de la Belle Époque pretende ofrecer una imagen de la obra del pintor de Eibar poco habitual en España. Sin obviar la interpretación tradicional que le une al tópico de la España negra, el recorrido expositivo excede esta concepción y muestra cómo la pintura de Zuloaga (Éibar, 1870-Madrid, 1945) combina un profundo sentido de la tradición con una visión plenamente moderna, especialmente ligada al París de la Belle Époque y al contexto simbolista en el que el pintor se mueve por aquellos años.
Para poder contar esta visión del pintor Ignacio Zuloaga es necesario situar su obra junto a la producción de otros artistas contemporáneos como Paul Gauguin, Paul Sérusier, Pablo Picasso, Francisco Durrio, Santiago Rusiñol, Maurice Denis, Émile Bernard, Giovanni Boldini, Jacques Émile Blanche o el escultor Auguste Rodin, entre otros. La muestra, con más de 90 obras, ha contado con más de 40 prestadores, entre colecciones particulares nacionales e internacionales además de la propia familia Zuloaga, e instituciones como la Galleria Internazionale d’Arte Moderna di Ca’ Pesaro, Venecia; Museum of Fine Arts, Boston; Musée d’Orsay, París; Musée national Picasso, París; Musée Rodin, París; Museo de Bellas Artes de Bilbao; National Gallery of Art, Washington D.C.; The State Hermitage Museum, San PetersburgoThe State Pushkin Museum of Fine Arts, Moscú.
Esta exposición es una producción de Fundación MAPFRE, comisariada por Leyre Bozal Chamorro, conservadora de colecciones de Fundación MAPFRE y Pablo Jiménez Burillo, director del área de cultura de la misma.
Hasta el 7 de enero de 2018
Precio: 3€
Lugar: Fundación MAPFRE Paseo de Recoletos, 23 (Madrid)

25 de noviembre de 2017

25 de noviembre (4)

Cada día amanece una incógnita.
Caminar como una sombra
entre su humor y el terror.
Hoy puede ser atención,
declaración de amor
y aroma de flores frescas.
Pero también puede acabar
en dolor. En ese pavor
que impregna el insulto,
la degradación. Humillación,
golpe, saturación, silencio,
soledad y omisión.

Y del otro lado de la pared
escuchan y callan.
Y el estado de terror instaurado
con la vergüenza que ella siente.

Y ellos nada hacen.
Y ella, sola, no puede.


-Verónica Calvo-

21 de noviembre de 2017

Hoy es otoño

-Imagen tomada de la red-

Llueve en la ciudad,
en nuestra calle,
en mi recuerdo.
Si pudieras ver nuestro paseo
cubierto de otoño,
de lluvia,
de nosotros…

Llueve y es vida,
es nostalgia,
es tu ausencia.
Hoy es verdadero otoño
en la magnitud de su metáfora.


-Verónica Calvo-

17 de noviembre de 2017

Divagaciones


-Imagen Duy Huynh-
La vida, hecha.
Los problemas.
Los sueños.
Lo que existe.
Lo que (se) cae.
Las precuelas
y las secuelas.

-Ahora voy,
           ahora me quedo-

El porvenir…

-¿Te has fijado?
                        Por
                            venir-

Lo que quizá, venga.
Lo que no queremos que venga.

Y la rueda de la vida
lo que rueda.


-Verónica Calvo-

13 de noviembre de 2017

Minghun

-Imagen tomada de la red-


Xue Yú volvió a bajar la cabeza. Sabía que no sería sencillo vivir con la vergüenza que sentía, pero vivir sabiendo que el estigma familiar pasaría por siempre como una herencia, era sencillamente insoportable.
   No se atrevía a mirar a sus padres; ni a ellos ni a toda la aldea que había acudido al tribunal encantada de presenciar la humillación. La mentira mantenida durante esos tres años sobre su presunta prometida, su repentina enfermedad y muerte le pesaban como una losa. ¿Por qué no había sido capaz de actuar libremente afrontando con valentía las habladurías nacidas de tradiciones obsoletas y degeneradas?
   Miró al honorable juez Zhao al escuchar que este pronunciaba su nombre y comprobó que aquellos tres hombres asentían señalándole a él y luego a sus padres.
   La aldea entonó al unísono un oh cargado de satisfacción. Ya estaba todo dicho y sentenciado.
   Lo que Xue Yú no podía entender era que aquellos tres hombres hubieran reconocido su delito con tanta facilidad. Todos sabían que en caso de ser descubiertos lo negarían, que siempre ataban bien los cabos por su propio interés para poder seguir ejerciendo su profesión de ladrones de cadáveres. Seguro que había dinero por medio. Un suculento premio a la osadía y un pasaje para exiliarse a algún lugar más remoto todavía para continuar impunemente con su modus vivendi.
   Tres policías le asieron por debajo de las axilas y le pusieron en pie. Miró a su madre que seguía ocultando su rostro con un pañuelo. Su padre mantenía una incómoda dignidad. Habló el honorable juez Zhao:
  
—Joven Xue Yú, reconocidos los hechos es hora de escucharle.

—Honorable juez Zhao, mi delito ha sido tener veintiún años y vivir en esta remota aldea a orillas del Río Amarillo, donde las creencias todavía viven en épocas remotas y han ido degenerando de su verdadera raíz. Somos pobres y ninguna mujer querría casarse conmigo. Tampoco mi familia puede pagar por una esposa. Mi madre no quiso aceptar una novia de paja por el ridículo que caería sobre nosotros. Este es el motivo por el que mis padres recurrieron a esos tres hombres. Sus honorarios, créame, aun siendo bajos, supuso un esfuerzo poder pagarlos. Nunca supimos de qué mujer se trataba, y con el precio que pagaron por ella no esperábamos una hermosa y todavía compuesta esposa. —Hizo una pausa para secarse los ojos y poder mirar a la familia Yao—. Créanme. Si hubiéramos sabido que iban a desenterrar a su honorable madre, señora, jamás lo hubiera permitido. Hubiese vivido con la vergüenza de mi soltería y hubiera aplacado la de mis padres. Solo pido, honorable juez Zhao, que haga justicia sobre mí dejando al margen a mi familia y que en adelante sean prohibidos y perseguidos los Minghun para que nadie más se vea en la angustia de tener que cumplir con creencias que solo atrasan el progreso de la mente humana.

   Dicho lo cual, Xue Yú volvió a tomar asiento sabiendo que tendrían que trabajar de sol a sol para pagar la cuantiosa multa que cubriría aquel denigrante expediente.


-Verónica Calvo-