-Imagen Francisco Toledo-
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Era octubre.
Nos abríamos paso
entre la multitud;
íbamos al frío
del hombre común,
desde nuestro silencio.
¿Quién es cobijo en la ciudad?
¿Por qué van ciegos?
Recogíamos (nuestros)
sueños rotos, pisoteados
y sucios.
¿Quién fue el primero en matarlos?
¿Por qué lo hacen?
Nos quedamos con la ausencia
y el silencio. Invisibles e ignorados.
Calles atestadas.
Rostros y sopores.
Era octubre.
No había hojas en el suelo.
Nosotros, esquivábamos a la gente.
Desde una esquina cualquiera,
habitamos el infierno
—hasta hacerlo nuestro—
y seguimos, entre empujones,
avanzando hacia el ocaso.
-Verónica Calvo-