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-Imagen tomada de la red-
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Xue Yú volvió a bajar la
cabeza. Sabía que no sería sencillo vivir con la vergüenza que sentía, pero
vivir sabiendo que el estigma familiar pasaría por siempre como una herencia, era
sencillamente insoportable.
No se atrevía a mirar a
sus padres; ni a ellos ni a toda la aldea que había acudido al tribunal
encantada de presenciar la humillación. La mentira mantenida durante esos tres
años sobre su presunta prometida, su repentina enfermedad y muerte le pesaban
como una losa. ¿Por qué no había sido capaz de actuar libremente afrontando con
valentía las habladurías nacidas de tradiciones obsoletas y degeneradas?
Miró al honorable juez Zhao al escuchar que
este pronunciaba su nombre y comprobó que aquellos tres hombres asentían
señalándole a él y luego a sus padres.
La aldea entonó al unísono un oh cargado de satisfacción. Ya estaba
todo dicho y sentenciado.
Lo que Xue Yú no podía entender era que
aquellos tres hombres hubieran reconocido su delito con tanta facilidad. Todos sabían que en caso de ser descubiertos
lo negarían, que siempre ataban bien los cabos por su propio interés para
poder seguir ejerciendo su profesión de ladrones de cadáveres. Seguro que había dinero por medio. Un
suculento premio a la osadía y un pasaje para exiliarse a algún lugar más
remoto todavía para continuar impunemente con su modus vivendi.
Tres policías le asieron por debajo de las
axilas y le pusieron en pie. Miró a su madre que seguía ocultando su rostro con un pañuelo. Su padre mantenía una incómoda dignidad. Habló el honorable juez
Zhao:
—Joven Xue Yú, reconocidos los hechos es hora de escucharle.
—Honorable juez Zhao, mi delito ha sido tener veintiún años y
vivir en esta remota aldea a orillas del Río Amarillo, donde las creencias
todavía viven en épocas remotas y han ido degenerando de su verdadera raíz.
Somos pobres y ninguna mujer querría casarse conmigo. Tampoco mi familia puede
pagar por una esposa. Mi madre no quiso aceptar una novia de paja por el
ridículo que caería sobre nosotros. Este es el motivo por el que mis padres
recurrieron a esos tres hombres. Sus honorarios, créame, aun siendo bajos, supuso un esfuerzo poder pagarlos. Nunca supimos de qué mujer se trataba, y
con el precio que pagaron por ella no esperábamos una hermosa y todavía
compuesta esposa. —Hizo una pausa para secarse los ojos y poder mirar a la
familia Yao—. Créanme. Si hubiéramos sabido que iban a desenterrar a su
honorable madre, señora, jamás lo hubiera permitido. Hubiese vivido con la
vergüenza de mi soltería y hubiera aplacado la de mis padres. Solo pido,
honorable juez Zhao, que haga justicia sobre mí dejando al margen a mi familia y
que en adelante sean prohibidos y perseguidos los Minghun para que nadie más se vea en la angustia de tener que
cumplir con creencias que solo atrasan el progreso de la mente humana.
Dicho lo cual, Xue
Yú volvió a tomar asiento sabiendo que tendrían que trabajar de sol a sol para
pagar la cuantiosa multa que cubriría aquel denigrante expediente.
-Verónica Calvo-