1 de junio de 2010

Lena abre su conciencia




No habrían pasado ni tres cuartos de hora cuando Lena sintió unas ganas incontrolables de salir de casa y hacer pompas de jabón sentada en la suave y fresca hierba del jardín de la casa de su hermana. Abrió un cajón de la cocina y encontró las pajitas de colores que habían sobrado de la fiesta de cumpleaños de su cuñado, así que cogió una, la corto por la mitad con las tijeras y se fue al baño donde encontró un envase medio vacío de gel que llenó de agua. Sacudiéndolo se descalzó y salió al jardín. Hacía calor. Junio llegaba fuerte.
Se sentó cerca del enorme pino para disfrutar de la generosa sombra que daba y sin más se puso a hacer pompas de jabón. Llevaba un buen rato ensimismada en su entretenimiento cuando sin más, apareció ante ella un extraño ser. Lena parecía no percatarse de su presencia hasta que el tosió ligeramente para llamar su atención. Entonces Lena le miró algo extrañada. Ante ella flotaba entre las pompas un caballito de mar con un paraguas. Pero no, se fijó y comprobó que era una especie de gusano con pequeñas patas delanteras con una cara parecida a una oveja y el lomo cubierto de manchas parecidas a las de un leopardo. Flotaba apenas a treinta centímetros de su cara y se cubría del sol con una seta parecida a la Amanita Muscaria. Lena se quedó mirándole extrañada pero no pudo resistir la tentación de hablar con el llena de curiosidad.

Lena: ¡Anda!... y tu, ¿qué eres?
Ser: Soy un gusilántropo.
Lena: ¿Un qué?
Ser: Gusilántropo.
Lena: ¡Ah!... es la primera vez que veo uno.
Ser: Ya. Somos tímidos. ...
Lena: ¿Y qué comes?
Ser: Lechuga.
Lena: Me acabo de dar cuenta de que hablas.
Ser: Será simplemente que te has abierto a verme y escucharme.
Lena: Esto es muy raro... pero por alguna extraña razón no tengo miedo.
Ser: ¿Miedo? Somos pacíficos.
Lena: Mira, de verdad que esto es muy raro... jamás escuché hablar de gusitrompos.
Ser: Gusilántropos.
Lena: Gusi... lántropos.
...

Lena: ¿Y dónde vivís?
Ser: En el éter, en las creencias, en tu conciencia, pero sobre todo vivimos en la sabiduría.
Lena: ¡Ah!
...

Lena: ¿Te molestan las pompas de jabón que hago?
Ser: ¡Que va! ¡Me encantan!
Lena: Pues menos mal porque no se por qué me ha dado por hacerlas. Desde que era chica no había vuelto a hacerlas a excepción de algunas veces cuando tomo un baño y tengo algo de tiempo para hacerlas con las manos.
...

Lena: Oye, no veas si me repito, ¿eh?... "Hacerlas"... lo he dicho como mil veces (risas)
Ser: No, sólo lo has dicho tres veces, lo que pasa que sientes que el tiempo se ha parado, tu voz retumba, el cuerpo te pesa y eso hace que te des cuenta de las cosas en que normalmente no te fijas.
Lena: ¡Ah!
....

Lena: Bueno, me parece muy raro esto de estar hablando contigo, no te ofendas, pero no se por qué me parece hasta normal hacerlo... creo que mejor me voy.

Se puso lentamente de pie, se sacudió el vestido y empezó a caminar hacia la casa cuando el extraño ser dijo:

Ser: Lena, menuda se va a poner tu hermana cuando vea que te has comido las setas que tenía guardadas con ese arroz insípido que te has hecho.


(Ilustración de Marla Rutherford)

(Para saber qué setas pudo comer Lena, basta leer a María Sabina)

(Texto inspirado por la ilustración de la autora)

1 de mayo de 2010

Cita



Ana le miró a los ojos sin intentar disimular el cansancio que sentía. No ya físico, que lo tenía, era más bien moral.
Le clavó la mirada y dijo:
   - Menos mal que te vas ya, menuda paliza me has dado todo el fin de semana. Qué ganas tengo de que te subas a ese tren.
Gerardo no daba crédito a lo que escuchaba. ¿Cómo era posible que estuviera manifestando aquello? balbuceó a la vez que palidecía un poco y tras carraspear, un tic continuo que arrastraba desde hacía ni se sabía la de años, dijo asombrado:
   - ¿Por qué? ¿No te lo has pasado bien?
Ana sintió ganas de clavarle con toda la mala leche del mundo el tacón en el dedo gordo del pie, pero se contuvo.
   - No me has dejado ni respirar. No has parado de llevarme de aquí para allá sin preguntarme si me apetecía. Me has dejado aburrida en una silla rodeada de harpías que me miraban con rapiña para ver qué tiene la nueva adquisición del "divorciado de oro que no tenga yo " mientras no parabas de bailar a tu aire por todas las salas de milongas de Madrid, porque claro, como yo no se bailar tango... Por si no fuera poco, he tenido que darme el madrugón para quedarme al borde de la congelación, de nuevo en una silla, a las 8 de la mañana que es cuando empieza otra milonga... ¡Pero por dios!, ¿para que paran las milongas cuatro horas, digo yo?.
Me has llevado a comer y has intentado pedir por mí como si yo no supiera elegir o no supiera y te ha sentado mal, porque según tú, es de mala educación meterte ese corte delante de la camarera.
En todas partes no has parado de corregirme, contradecirme, enfadarte y tratarme como si fueras el ser superior que toda mujer quiere, no aceptando que sea como soy. Por si fuera poco he tenido que esperar en el coche, a pleno sol, a que subieras a por tu maleta a la casa de tus padres cerca de veinte minutos, tras los cuales has bajado con tu madre y la bolsa de la basura, para que no se note, y me las has presentado. Ella me ha mirado en detalle y te ha dado un codazo mal disimulado. No se si te ha dado el visto bueno o no, pero ya no tenemos edad para tanta bobada. Es evidente que yo no soy quien imaginaste que sería. Yo no te gusto nada porque no entro en tu concepto. Pues bien: soy como has visto, no como tu quieres que sea.
Gerardo no salía de su asombro y tras carraspear como una chatarra, tal vez una protesta solapada ante la osadía, se pronunció:
   - ¿Pero qué dices?
  - Tu ex mujer es rubia. Todas tus ex son rubias. Todas ellas, aunque debía decir "ella" pues es siempre la misma, tiene un "modus vivendi" que nos es el mío. Mírame: soy morena, no estoy siliconada ni operada nada más que de apéndice, me gusta trabajar y me divierto en mi trabajo. Me conociste en la presentación de una novela, no en un acto de beneficencia para burgueses aburridos ni he aprendido bailes de salón para cazar y resolverme la vida. Nos presentó tu hermana, esa a la que no dejas ni respirar como si tu fueras su padre, compañera de trabajo y amiga mía. Tu hermana, la "pobre tiro al aire" de la que "no consigues hacer carrera".
Menos mal que te vas a subir a ese tren, te vas a volver a la ciudad donde vives y yo me voy a mi casa a descansar... vaya pelma eres y qué brasa me has metido.
Lo dijo con toda la naturalidad del mundo, con una sonrisa encantadora y un suspiro de alivio. Parecía que se iba a quedar callada pero no:
   - Y lo que no te perdono es que me llames "materialista" porque saliendo del parking, ante tus gritos de "dobla dobla" y hacerte cargo del volante como un poseso, te has comido una papelera que me ha dejado gran parte del lateral totalmente arañado para a continuación decir "pues vaya, ibas bien... y no te pongas así, no seas materialista que eso te lo arregla el seguro, que hay que ser más espiritual y no dar importancia a las cosas materiales". Menos mal que te vas...
Le palmeó con ironía el hombro, se giró sobre sí misma y se fue, sin volver la cabeza pero levantando la mano y diciendo adiós con ella. Sabía que el estaba mirando.

Cuando llegó a su casa se quitó la ropa a toda prisa, la metió en la lavadora y se dijo que se la regalaría a una amiga. ¡Y pensar que se la había comprado para lucir imponente en la cita! Se empezó a reír y se metió en la ducha frotándose bien todo el cuerpo y la cabeza para quitarse esa sensación de tener un pegajoso alquitrán adherido.
Entonó un canto de gratitud mientras el agua templada limpiaba el rastro de aquella bendita cita que arrancó sin piedad el velo de sus ojos.

16 de abril de 2010

Número 22



Llovía y tenía que hacer tiempo, así que entró en el "Corte inglés".
Aprovechó para comprar música y la novela que Loui le había recomendado. Miró el reloj y subió a la sección de perfumería.

Marla vestía un cómodo pantalón gris de estos que se llevan ahora, anchos por arriba y estrechos de rodilla para abajo, elegantemente abotonado en el tobillo, un jersey de algodón negro de cuello vuelto, una chaqueta de punto de cuello alto con cremallera y calzaba unas deportivas de marca con cámara de aire. Llevaba un bolso deportivo, de marca también, a modo de bandolera.
Su pelo estaba algo encrespado por la lluvia, pero los rizos y el volumen daban un aire bohemio y divertido a su pelo negro azabache. Ese día se había pintado los labios de rojo (pero siempre se rebajaba la pintura con un algodón para dejar apenas un ligero color en los labios), los ojos difuminados en gris, con ese look tan "smoky" que tan bien le sientan a las miradas soñadoras y profundas como la de ella, y las uñas de color negro. Para remate, se había puesto un precioso anillo dorado viejo, ancho y llamativo regalo de su amiga Patricia.
Se podría decir que tenía un aire de blancanieves algo gótica (por la palidez de su piel, el pelo negro y su corte, los labios rojos, las uñas y el anillo)
¿Y por qué la autora de este relato da tanta explicación sobre su aspecto y llama la atención especialmente a que llevaba calzado y complemento "de marca"?
Para que tengamos claro su imagen antes de caer en errores, como ya veréis.

Se plantó delante del expositor de Chanel y como siempre, bajo una potente luz, brillaban Chanel número 5 (el que se ponía Marilyn para ir a dormir) y Chanel número 19.
Enseguida llegó la dependienta, que miró a Marla de arriba a abajo sin tomarse la molestia de caer en la cuenta de las marcas (lo mismo pensó que era de mercadillo), y rápidamente se fijó en sus uñas negras y en su pelo encrespado. Con tono de disgustó preguntó:
- ¿Quiere usted algo?
Como Marla ya se las había visto muchas veces con dependientas clasistas, dijo sin inmutarse:
- Pues si, quiero oler, por favor, Chanel número 22.
La dependienta en tono catedrática contestó en un tono bastante ofensivo pues era evidente que llamaba "inculta, profana, analfabeta de los buenos perfumes" a la deportiva mujer que tenía delante:
- ¡Vamos a ver! Ese perfume no existe. Sólo existe Chanel número 5 y Chanel número 19.
Marla sonrió de manera enigmática y pensó que no se puede ir vestida de cualquier manera a ciertos lugares de tan "exclusivo" comercio. Una cosa es comprar una novela y otra muy distinta atreverse a poner los pies y la anatomía en los lugares que "El corte inglés" alquila a ciertas marcas por metro cuadrado.
Con un tono neutro dijo:
- ¿No existe? - dejó unos puntos suspensivos sacudiendo levemente la cabeza y sonriendo a la vez, añadió:- ¿Y cómo es posible que yo haya tenido el envase en mis manos y haya olido la fragancia, que por cierto, es delicada y exquisita, en Estados Unidos? Sólo quiero saber si en España es la misma fragancia.

La dependienta volvió a mirarla de arriba a bajo, se fijó de nuevo en las uñas y volviendo la cabeza a su compañera, dijo, en un tono de "nos vamos a reir de la inculta esta que viene a Chanel a pedir un perfume inventándose números para ser más que nadie":
- Rosío, ¿tu sabes si Chanel 22 se comercializa en España?
Rocío sin inmutarse, miró a Marla y dijo:
- Chanel 22 sólo se comercializa en Estados Unidos, es un perfume muy exclusivo que sólo se vende en boutiques Chanel.
- Lo supuse, ya que en España no lo encuentro. Muchas gracias.

La dependienta se volvió empequeñecida y se encontró con una sonrisa idéntica a la del gato naranja y rayado de "Alicia en el país de las maravillas".
Marla se acercó levemente a la dependienta y dijo bajito:
- Te dejaría que me olieras, pero creo que te vas a quedar con las ganas de oler el perfume más exquisito del mundo. Gracias, hasta luego.

Se fue, airosa, recordando a Julia Roberts en "Pretty woman" y sintiéndose más radiante que ella cuando se fundió la visa de él. Y es que nada complacía más a Marla que dejar con un palmo de narices a algunas dependientas impertinentes y clasistas.



31 de marzo de 2010

Capirotes


Mi amigo Del nació en Nueva Jersey, New Jersey, como dice con una amplia sonrisa que deja ver una fila de enormes dientes blancos, que si digo "Nueva" le parece que no hablo de su tierra.
Como decía, mi amigo Del de New Jersey, siendo negro, se quería dedicar a la música, en concreto a tocar el bajo, su gran pasión. Pero como suele ocurrir cuando un miembro de la familia dice que quiere dedicarse al arte hubo asamblea extraordinaria y entró en razón, apretando sus perfectos dientes, y accedió a ser militar, como tantos miembros de su familia. Pero eso si, siguió tocando el bajo y amenizaba las veladas cuando sus deberes para con la patria se lo permitían.


Un buen día Del decidió cambiar de aires y solicitó plaza en la base militar de Zaragoza. La verdad que poco sabía de esta ciudad, pero necesitaba tomar distancia para respirar algo de libertad y España, decían, tenía mucho sol y toros corriendo todo el día por la calle. El quería vivir en un lugar así, donde le aseguraron, las mujeres eran las hermosas del planeta, todas morenas de ojos negros, pelos en las piernas, bajitas y vestidas de gitanas.
Y en un mes, Del, aterrizaba en Zaragoza con su petate, su uniforme y su bajo.


Lo primero que vio fue un aeropuerto militar parecido a todos. No había toros. Y la primera mujer que vio era rubia, con mechas, de ojos verdes, alta y con unas hermosas piernas que parecían recién depiladas.
Pasó tres días adaptándose a su entorno, aburrido y casi sin hablar ya que no se había tomado la molestia de aprender algo de mexicano.
Unos compañeros se apiadaron del gringo negro solitario que aburrido tocaba su bajo en cuanto tenía ocasión y como era semana santa le dijeron que no se podía perder los actos sacros, algo único, donde se sacan imágenes dolorosas a la calle para revivir la pasión y muerte de Cristo y por supuesto, ya que sentía la música tan dentro, los sonidos de los tambores que saturaban el aire de la ciudad. Le dijeron dónde ir y para allá fue.
Llegó al centro de la ciudad y se entremezcló con la gente para presenciar aquel acto único de tambores y tallas, algunas, antiquísimas, como le dijeron. "Arte sacro", le llaman, pensó Del.
Y allí estaba el, expectante, solo, sin perder detalle, apretujado entre la gente, cuando se le nubló la vista por lo que veía... ¿Cómo era posible? ¡Nadie le había advertido que en España también estaban! y sus compañeros, no había duda, le habían tendido una trampa y le iban a linchar. Sentía que se mareaba y sudaba a mares. Le invadió el pánico y como pudo, escapó de allí dando gracias a las tallas de madera, porque le habían protegido, supuso.


Nadie advirtió a Del de los penitentes y sus capirotes. Sus compañeros no se dieron cuenta que para el aquello era un peligro.
Del había escapado victorioso del Ku Klux Klan y nunca más soportó una semana santa.

12 de febrero de 2010

Nocturna deambulante



Volvió a cruzar el puente aquella noche para contemplar desde la otra orilla su pueblo.
Observó las luces amarillas de las calles, campanarios y casas. Se veía bien bonito.
El reflejo de las luces en el río aumentaba la sensación de serenidad al contemplarlo.
Se sentó en la muralla y suspiró:
    - Qué pacífico se ve mi pueblo desde aquí... qué mentiroso que es."
 Y dicho esto, regresó despacio por el mismo camino.

Llegó a su pueblo y lentamente subió la cuesta que lleva al camposanto porque necesitaba estar entre gente de paz.
Pero nada más llegar se encontró con el alma en pena del Marqués llorando a gritos su suerte.
No se asustó, simplemente comprobó que las leyendas, a veces, son ciertas.
    -Tan ciertas como que en todas partes cuecen habas - pensó.

Salió de allí y se fue a dormir, pero antes paró en el kiosco y se compró una bolsa de pipas.

Mañana sería otro día.

(La imagen en una pintura sobre tabla de Ivan Zoe)



5 de febrero de 2010

Un acto de frivolidad




"Me voy cansando de ser siempre buena, condescendiente, paciente, coherente, comprensiva, ordenada, empatizante, cuerda, serena, pacífica, de tener el brazo torcido y las mejillas en carne viva.
Me estoy hartando de mantener el tipo (en todos sus sentidos), de no perder la cabeza cuando lo que necesito es perderla y hasta olvidarla para no recordar todo lo que educadamente me trago, de doblar la espalda porque dicen que mi sexo ha de hacerlo, harta de escuchar a mujeres decir a sus parejas "ayúdame" en vez de "colabora".
Estoy a punto de perder la cabeza, de cometer una locura...
 Mi alma de cabaretera me arrastra a pintarme las uñas de los pies de negro (el rojo es tan evidente...), a alisarme bien los rizos y ponerme todo el rimel que no me he puesto en años (aunque me deje ojeras en el trabajo), a subirme en los tacones del abismo con unas medias de licra para lucir las piernas y dejar que suspiren en mi escote todos aquellos y aquellas que sientan vértigo por contemplar mis pechos firmes.
Subida a un taburete de bar quiero balancear el pie como si nada, sentirme la emperatriz del universo y flotar, flotar, flotar...
Quiero beber vino, porque ya puedo y sé beberlo, mirarte a los ojos, a tí, que no te conozco de nada y escaparme por una rendija del mundo y... flotar, flotar, flotar...
¡Ah!, qué necesidad de llevarme el dedo gordo a la nariz y decir "tururú" a la suegra, a las maléficas envidiosas, a la perfecta doña perfecta que vive dentro de mí, a la vida que no satisface y a todo lo que se interponga entre mi risa y la esencia."

Se volvió a mirar en el espejo y deshizo su propia imagen.
Sacó aquel vestido que nunca estrenó porque no se atrevía a ponérselo, el collar de perlas que recibió una navidad (y nunca más) de su suegra, se puso las uñas postizas que tenía para la boda de su hermana y que con el estrés olvidó completamente en el cajón y se alisó el pelo con esmero. Maquilló apenas su rostro liberado y al mirarse los labios recordó aquel power point que recibió hacía dos años en su correo de parte de una amiga el día que cumplió los 41... "a las mujeres de más de 40 les sienta bien el color rojo en los labios, antes no"...

Se encaramó en un taburete para llegar arriba del armarito del baño y sacó el cesto donde guardaba las pinturas lleno de polvo que un día, no recordaba cuando, olvidó volver a bajar.
Con sumo deleite pintó sus labios y cuando terminó se puso en su dedo índice la sortija que se compró un San Valentín porque merecía quererse.
Volvió a mirarse en el espejo, se subió a los tacones, sonrió y reinventada, salió a la calle donde paró un taxi que la llevó al otro lado de la ciudad.

No había taburete, el local era elegante en extremo, como ella, que se podía permitir lucir lo que quisiera. Pidió un jerez, se sentó, levantó altiva la barbilla y miró a su alrededor.
Las mujeres cuchicheaban envidiando sus rodillas y tobillos. Ellos, simplemente se comportaron como ellos.

Se tomó su tiempo para elegir y discretamente, cuando su presa volvió a mirarla los ojos que no se separaban de su cuerpo, con desdén levantó apenas el dedo índice a la vez que brindaba con la copa.

Bebió de un trago, se puso en pie y salió moviendo alegremente las caderas seguida en corta distancia de aquel con el que iba a cometer un acto de frivolidad: dejarse quitar el descocado vestido, olvidar como si nada en la mesita del hotel el collar de perlas y dejarse embadurnar el cuerpo y el alma con una noche loca que, quien sabe, lo mismo nunca más tendría.

Fue el principio del principio.