He de
decir, que escuchar en vivo y en directo, a dos grandes poetas, ambos ganadores
del prestigioso premio Pulitzer de poesía, ha sido un privilegio.
Graham y Strand son reflexivos, de palabra directa, con personalidades de peso, naturales y cercanos en sus expresiones y presentaciones. Son Humildes, en definitiva. Esto hace que sonría levemente recordando a otros autores con un ego desbordado, que no hacen más que
alejar al futuro lector de poesía de esta arte menor (menor en número de
lectores, me refiero)
Graham dijo que la poesía norteamericana se ha visto enriquecida gracias a la influencia de poetas españoles, citando a Lorca y a Alberti.
Strand, que se presentó con unas humildes palabras, una vez fui poeta, nombró a tres grandes poetas norteamericanos con un estilo propio pero de fácil imitación, que
desaparecieron engullidos por sus imitadores, aquí dijo que en el caso de Graham, esto sería imposible, debido a que su estilo es muy personal y difícil de desarrollar.
Ambas reflexiones me parecen
importantes y creo que deberíamos pensar en sus mensajes.
Una
buena velada con el aforo al completo para recordar.
Bucle de retroalimentación positiva
Estoy escuchando
en este silencio que precede. Olvida
todo, empieza a
escuchar. Punto de inflexión, punto
de
ignición,
chimeneas
convectivas en los mares que Groenlandia delimita. Hace tiempo hubo allí trueno
y
salvas
en las cuatro esquinas del horizonte, era la
guerra.
En el Infierno
vacían de arena tus manos, te dicen que las llenes de polvo e intentes
pensar las Aguas Profundas del
Atlántico Norte
que asimismo contienen
aportaciones del
Mar del Labrador y arrastres de otras masas de agua, intenta pensar un
colapso completo, en la corriente del
Atlántico, en la
circulación
termohalina, esto
ocurrirá,
los peces mueren
de hambre en la Gran Barrera de
Coral, la nueva Era de las Extinciones ha
llegado
dice el silencio-que-precede—no sabes lo
que
se acerca, un
tiempo
más allá de lo creíble. ¿Quién es uno cuando uno se llama a sí mismo
uno? Una orquesta se apaga. Tenemos otros planes
para tu verano es la canción. También para
tu
invierno. Quizá
las esclusas de Isigny
resistan, iré a
verlas
mañana. Aprenderé
cuanto hay allí sobre este mi cónyuge, el futuro, aquí en mi
tierra la casa de mis padres,
el jardín de
seguir pensando
en ellos, no
existe nada más de hecho que el
pasado, cuenta los días cuenta las ciudades que
has
visitado, incluso
lo que viene a mantenerte en vela, o el rocío cuando por fin duermes—¿podrás algún
día penetrar en lo extraño, el
nombre que es tuyo, que
“es” tú?—
el lugar donde
los muertos te abrazan, y puedes sentirlo, el sabor de la
amargura,
y querrías hablar por toda tu especie pero
se reirían de
ti—los nombres y la especie—hasta el aire enrarecido se reiría es lo que
hace
mira—
pluma,
ciénaga invisible,
retroalimentaciones
positivas—y otra vez las chimeneas, y cómo es que al rayo de sol se lo asimila
libremente, y acaso podía ser de otra forma para
este huésped
nuestro invitado,
nosotros que
empezamos como manos, magia de dedos, levantando umbrales nuestros piedra a piedra,
piel desplegada
entre la vida y la muerte,
siempre alzando
humo para hacer propicia la estrella que podría oscurecerse, compensadla pronto
antes que os mate, piensa más y más en ella,
hasta que tus mismos pies estén
exhaustos no sólo tu
corazón—la
piel, la carne,
el calor, la tierra, el grano, el sonido del canto de cada pájaro escuchado
a través de los
milenios, las
estrategias del otoño para con el invierno, esquirlas de tiempos de
ensoñación, belleza
punzante, sí,
siempre fuimos
vulnerables a la
belleza, por qué no iba a ser
así—las
maravillas del tiempo cuando pasa y las cosas crecen, y los desgarros de la
muerte
cicatrizan, y llegan las
flores que uno puede
mirar solo
un instante
más, asimilarlas, y la mente
se encuentra
insegura otra vez, llama, algo le cuelga la llamada, tal que así, escuchas
cómo el receptor se apaga, la corriente y su final,
un algo más que
sonríe en otro lugar de otro mundo,
nosotros en La
Gran Agonía otra vez, la hora en que la vida terrestre
vuelve a ser casi por completo
erradicada—debemos
ser pacientes—debemos esperar—es un
hermoso
atardecer, un poco de comida un poco de bebida—
saldremos
al porche y el
atardecer vendrá a envolvernos, descarado,
parpadeante, abundante, como
si nos descubriera,
todo dentro y
fuera debajo del alero, hasta la hierba que parece empujar dentro de este mundo
nuestro
como si brotara de
añoranza por él,
reluciente.
Jorie Graham
-Poema extraído de Rompiente y del blog de Rubén Martín-
Una mañana
Me deslizaba
como una estrella oscura sobre la inundada mitad
del mundo hasta
que, empujado por una urgencia indefinida,
me asomé por la
borda y vi un espacio luminoso bajo la superficie,
una tumba llena
de luz; por vez primera contemplé el único
y diáfano lugar
que nos es dado cuando estamos solos.
Mark
Strand
-Imagen:
Alexander Jansson-