Llovía sin cesar en Brest aquel día.
Dichosa embelesada empapada
marchabas sonriente
Bajo la lluvia.
Acuérdate Bárbara.
Llovía sin cesar en Brest
y me crucé contigo en la calle de Siam.
Sonreías
y yo también sonreía.
Acuérdate Bárbara.
Tú a quién yo no conocía.
Tú que no me conocías.
Acuérdate.
Acuérdate, pese a todo, aquel día.
No lo olvides.
Un hombre se cobijaba en un portal
y gritó tu nombre,
Bárbara.
Y corriste hacia él bajo la lluvia
empapada, embelesada, dichosa,
y te echaste en sus brazos.
Acuérdate de eso Bárbara,
y no te ofendas si te tuteo.
Yo tuteo a todos los que amo
aunque los haya visto sólo una vez.
Tuteo a todos los que se aman
aunque no los conozca.
Acuérdate Bárbara.
No olvides.
Esa lluvia buena y feliz
sobre tu rostro feliz,
sobre esa ciudad feliz,
esa lluvia sobre el mar,
sobre el arsenal,
sobre el banco d'Ouessant.
Oh Bárbara,
menuda estupidez la guerra
qué has llegado a ser ahora
bajo esta lluvia de hierro,
de fuego, de acero, de sangre.
Y el hombre aquel que te estrechaba entre sus brazos
amorosamente
quizás ha muerto, o desaparecido, o vive todavía.
Oh Bárbara,
llueve sin cesar en Brest
como solía llover en otro tiempo.
Pero no es lo mismo y todo está estropeado.
Es lluvia desconsolada de duelo espantoso,
ni siquiera es ya tormenta
de hierro, de acero, de sangre.
Simplemente nubes
que revientan como perros.
Perros que desaparecen
en el remanso de Brest
y van a pudrirse lejos,
lejos, muy lejos de Brest,
donde ya no queda nada.
-Jacques Prèvert-
-De Paroles-
-Imagen tomada de la red-
-Imagen tomada de la red-