Las dos amigas disfrutaban de una buena conversación ante sendos helados cuando una de ellas dijo mirando a una pareja de ancianos que pasaron ante su mesa en la terraza de la heladería cogidos de la mano:
- ¡Qué bonito llegar a esa edad y seguir agarrados de la mano! (dijo la amiga Alpha).
A lo que la otra amiga, Beta, respondió mientras se llevaba una cucharada del helado con cuidado de no derramar el chocolate fundido en su vestido:
- ¡Pero si lo hacen para no caerse!
Acto seguido recibió un merecido toque de atención en forma de manotazo en su brazo. Siguieron con sus helados como si allí no había pasado nada. Alpha pensaba en que esta Beta es tremenda, siempre provocativa y traviesa. Beta pensaba que Alpha siempre de buen talante y generoso corazón no entendía que hubiera personas así, que pusieran al otro en peligro de caer sólo por sentirse seguras. Ambas miraban de tanto en tanto la calle. Parecía que todos los ancianos del mundo habían salido a pasear esa tarde por esa avenida.
Entonces Beta no pudo aguantarse más:
- ¿Te has fijado en esas dos parejas?
Alpha enseguida contestó:
- No te puedes meter con ellos porque no van de la mano, a ver qué vas a decir.
- Que la señora de azul celeste está cometiendo un acto de inconsciencia (dijo terminando de rebañar su tarrina de helado).
Alpha dio un respingo en su silla y dejó la cucharilla en la tarrina.
- ¿Cómo que está cometiendo un acto de inconsciencia?
- Vamos a ver, esa mujer tiene ya sus años y...
- ¡Y bien guapa que va vestida de azul! no me digas que no es un amorcito...
- Puede vestirse de los colores que quiera y será un amorcito, pero es una inconsciente en toda regla. ¿No ves lo zapatos que lleva?
La mujer llevaba puestos unos zapatos de tacón medio, ni finos ni gruesos, con la puntera cerrada y sin una tira que sujetara el resto a sus pies. Cada vez que caminaba por aquella acera de adoquines resbaladizos y desiguales parecía que iba a tropezar y a dejar los zapatos allí mismo.
Alpha no dijo nada.
- Todo un acto de inconsciencia ir con esos zapatos... Con lo fácil que es romperse la cadera por nada... Alpha tuvo que asentir con un gesto sutil de desagrado.
Entonces la mujer de la otra pareja, al ver un pequeño socavón en la acera, se agarró de la mano de su marido.
- Sin comentarios - dijo Beta -, que me pegas otra vez... ¿ves? encima el marido lleva bastón y cojea, así si se rompen la cadera se hacen compañía mientras se recuperan.
Alpha terminó su helado entre divertida y escandalizada y dijo:
- No, si al final vas a tener razón... esos zapatos...
- Pues vaya, ahora que yo pensaba que quien tiene razón eres tú, que soy una malvada, me reafirmas en ello. Creo que en este combate dialéctico semipenumbroso ambas hemos salido enriquecidas pues hemos visto el punto de vista contrario.
Alpha terminó su helado. Se levantaron, dejaron las tarrinas en el punto de reciclaje y se fueron a dar un paseo por el resbaladizo empedrado algarveño.