17 de febrero de 2016
13 de febrero de 2016
Dolores Redondo: Ofrenda a la tormenta
Sinopsis
(Contiene spolier de “Legado en los huesos”)
Ha pasado ya un mes
desde que la inspectora de la Policía Foral recuperó a su hijo y pudo
detener a Berasategui. Pero a pesar de que tanto la Guardia Civil
como el juez Markina dan por muerta a Rosario, Amaia siente que no está
libre de peligro, un desasosiego que sólo Jonan comprende. La muerte
súbita de una niña en Elizondo resulta sospechosa: el bebé tiene unas
marcas rojizas en el rostro que indican que ha habido presión
digital, y además, su padre intenta llevarse el cadáver. La bisabuela
de la pequeña sostiene que la tragedia es obra de Inguma, el demonio que
inmoviliza a los durmientes, se bebe su aliento y les arrebata la
vida durante el sueño. Pero serán los análisis forenses del doctor
San Martín los que convencen a Amaia Salazar de investigar otras muertes de
bebés, que pronto revelarán un rastro inaudito en el valle. Berasategui
muere, entonces, inexplicablemente en su celda, lo que despliega una trepidante
investigación que llevará a Amaia al auténtico origen de los sucesos que
han asolado el valle de Baztán. Y mientras, desde el bosque, una
impresionante tormenta llega para sepultar la verdad más demoledora.
No hace falta que lo hayas vivido antes para recordarlo, no
es necesario. Hay un instante, un hecho, un gesto, una llamada, una palabra que
lo cambia todo. Y cuando ocurre, cuando llega, cuando es pronunciada, rompe el
timón con el que habías creído gobernar tu vida y arrasa los ilusos planes que
habías ideado para el mañana mostrándote la realidad. Que todo lo que parecía
firme no lo era, que todas las preocupaciones de la existencia son absurdas,
porque lo único absoluto y total es el caos que te obliga a doblegarte sumiso y
humillado bajo el poder de la muerte.
Final
de la trilogía del Baztán.
En la
última entrega se terminan de desvelar misterios. He leído en blogs de reseñas
que deja cabos sueltos. En mi opinión no es así.
Los
personajes me han parecido en todo momento coherentes, muy bien perfilados e
interesantes. Lo mismo digo de la trama.
Es cierto
que encontramos largas descriptivas, pero esto va a gusto del lector. No me han
resultado aburridas porque son ágiles y ayudan a crear atmósfera y hacen que el
lector, además de situarse y conocer bien el escenario, se sitúe.
En
esta última entrega he echado de menos más leyenda con sus seres mitológicos,
pero a cambio, el tema de la secta está interesante. Y no olvidemos que es una
novela policiaca.
La
autora parece que nos deja un poco al aire con la trama de algunos personajes,
pero es premeditado, ya que, según dice, prepara un spin-off.
La trilogía me ha gustado mucho.
Os la recomiendo.
· Autora:
Dolores Redondo
Nº de páginas: 544
Encuadernación: Tapa blanda
· Editorial: Destino
·
ISBN: 9788423348688
Precio: 18,50€
Si te interesa mi opinión, pincha en el nombre:
El guardián invisible
Legado en los huesos
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El guardián invisible
Legado en los huesos
9 de febrero de 2016
Fátima
A
mi sobrina Fátima
Fátima
escribe poemas
que se enredan
en su melena oscura.
Lleva en la mirada
el verdor del campo
y el brillo del sol
que deslumbra en los cristales.
Fátima se mueve
entre mimbreras y cañaverales
llevando una estrella
prendida en las pestañas.
Cuenta corderos
esponjosos como nubes
y luego se ríe
y como si nada, baila.
Fátima atesora libros,
pinta princesas valientes,
corazones y en su cuaderno,
todo lo guarda.
Se busca en los espejos;
se encuentra en el viento.
Ella es mi espejo
y me encuentro, con ella, en el viento.
-Verónica Calvo-
-Imagen tomada de la red-
5 de febrero de 2016
Toro Salvaje: Dos cocodrilos
Desde hace mucho tiempo
dos cocodrilos
van siempre conmigo.
Suben conmigo a los taxis.
Caminan a mi lado por las calles.
Se sientan junto a mí en el trabajo.
Miran la tele echados a mis pies.
Duermen bajo mi cama.
Me observan impasibles
mientras desayuno, almuerzo o ceno.
Si alguna noche salgo
se sientan mirándome
en la barra de cualquier bar de copas.
Leen antes que nadie
los poemas que escribo.
Van a nadar conmigo.
Y por supuesto
se acuestan
y se despiertan
justo cuando lo hago yo.
Uno se llama Tristeza.
El otro Desesperanza.
Nadie los ve salvo yo.
Y cuando hablo de ellos
la gente me mira mal
y se inventan consejos
y me dan instrucciones
para que niegue su existencia.
A fuerza de pasar años
mis cocodrilos y yo
pensamos que la gente es ciega
o que hacen como si lo fueran.
Y ya hemos aprendido
a sobrevivir a tanta ceguera.
Ahora ya no los escuchamos.
Vemos como abren sus bocas
y hacemos como si nos interesaran
las solemnes estupideces
que expulsan por esas cuevas
de dientes memos y lenguas necias.
Y dejamos que se vayan.
Y dejamos que se alejen.
Y dejamos que desaparezcan.
Y cada vez más unidos
seguimos caminando
por mi lúgubre existencia
hasta que cualquier día
con apenados mordiscos
mis fieles y reales cocodrilos
muerdan y devoren mi corazón.
dos cocodrilos
van siempre conmigo.
Suben conmigo a los taxis.
Caminan a mi lado por las calles.
Se sientan junto a mí en el trabajo.
Miran la tele echados a mis pies.
Duermen bajo mi cama.
Me observan impasibles
mientras desayuno, almuerzo o ceno.
Si alguna noche salgo
se sientan mirándome
en la barra de cualquier bar de copas.
Leen antes que nadie
los poemas que escribo.
Van a nadar conmigo.
Y por supuesto
se acuestan
y se despiertan
justo cuando lo hago yo.
Uno se llama Tristeza.
El otro Desesperanza.
Nadie los ve salvo yo.
Y cuando hablo de ellos
la gente me mira mal
y se inventan consejos
y me dan instrucciones
para que niegue su existencia.
A fuerza de pasar años
mis cocodrilos y yo
pensamos que la gente es ciega
o que hacen como si lo fueran.
Y ya hemos aprendido
a sobrevivir a tanta ceguera.
Ahora ya no los escuchamos.
Vemos como abren sus bocas
y hacemos como si nos interesaran
las solemnes estupideces
que expulsan por esas cuevas
de dientes memos y lenguas necias.
Y dejamos que se vayan.
Y dejamos que se alejen.
Y dejamos que desaparezcan.
Y cada vez más unidos
seguimos caminando
por mi lúgubre existencia
hasta que cualquier día
con apenados mordiscos
mis fieles y reales cocodrilos
muerdan y devoren mi corazón.
-Imagen: Francesco Sambo-
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