Lugar: chiringuito en una playa de una costa
del sur de la Península Ibérica, en un caluroso día de la primera quincena de
agosto.
Ellas: Caty,
Teresa y Vilma ante una ensalada mixta, una ración de gambas a la plancha y una
lubina.
— Chicas,
a las tres y diez –dice Teresa descabezando una gamba.
—¡La
gente no tiene pudor ni sentido del ridículo!-Contesta Vilma pinchando lechuga.
Caty mira en la dirección
indicada por Teresa:
—¡Por la diosa, qué horror! Yo
sería incapaz.
Quedan en silencio observando
al grupo que está sentándose a pocas mesas. En concreto a una mujer en su
treintena, que luce un blanco espectacular, indicativo de su primer día de
playa. Lleva una pamela de paja con voluminoso lazo amarillo, un camisa
transparente que la llega a media nalga, y una especie de tanga marrón que
desaparece entre tanta carne desbordante.
Nuestras féminas beben su
cerveza mientras no pierden detalle de esta otra fémina, hasta que toma
asiento.
—Pues está tan feliz.-Apuntilla
Caty volviendo su mirada a las gambas.
—Ya quisiera yo ser tan desinhibida.
¡Y me quejo de que tengo un poco de barriguita y no me puedo poner tops!-Suspira Vilma.
Siguen comiendo y al minuto,
limpiándose los dedos en la servilleta de papel, se arranca Vilma:
—¡Chicas, hacia poniente, otro
divorciado con hijos!
Miran fijamente al hombre
sentado a la mesa con aire ausente, mientras tres niños, de entre seis y doce
años, devoran en silencio sus helados.
—Si es que se les nota a la
legua. Queda patente que la crianza de los hijos es cosa nuestra. ¡Si no sabe
qué hacer con ellos!-Cuchichea Caty con malicia.
—Totalmente de acuerdo contigo.
Solo les ve una vez a la semana, un fin de semana alterno y los días
vacacionales establecidos en el convenio regulador. Y claro, seguro que están
con la abuela y ahora no sabe qué hacer.-Vuelve a su lubina Teresa.
Enseguida una alboratada Teresa
se abalanza sobre la ensalada, bajando la voz:
—¡Pava a las trece cincuenta!
Miran sin ningún pudor. Una
pareja veinteañera disfruta de su comida
devorándose con los ojos. Él habla y habla, y ella, estirada en su silla de
plástico, mueve la melena y adopta poses de reina de Saba.
—Menudos aires se gasta.-Baja
la mirada a su lubina Caty a la vez que corta un pedazo acompañándolo de patata
hervida-Parece que ha conseguido el mejor premio en la tómbola de los
partidazos y nos lo restriega por la cara.
—Sí. Desde luego. Vaya pavo
tiene.-Sentencia Vilma- Atención: mujer desinhibida levantándose de la mesa.
Quedan las tres amigas en
silencio, tenedor en mano, observando a la treintañera pasar por delante de su
mesa. Su trasero está rojo y lleno de rayas por la silla. Siguen sus miradas en él
hasta que desaparece, feliz, por un ángulo izquierdo.
—En fin… viva el verano.
Y tras está declaración de
Vilma, van terminando su comida mientras escrudiñan bajos sus gafas de sol, lo que acontece en el
chiringuito.
Verónica Calvo
-Imagen tomada de la red-
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