13 de noviembre de 2014

Soy



Soy
el rayo de luna
que platea los campos;
la brisa que mece las olas
vistiéndolas de espuma.

Siempre
la flor que se marchita
ante la sepultura;
el grito profundo
en el silencio de la noche.

Como
el misterio que aviva
la fragancia de primavera;
el frío de la escarcha
cuando tu alma arde.

Aquella
que vive entre los vivos
y muere entre los muertos;
eco de un pálpito,
vibración del canto.

Que
contener quisieras,
elemento de agua;
a quien buscas
cuando no hay calma.

Soy.
Siempre como aquella que soy.



 Verónica Calvo

 -Imagen: Deviantart-

9 de noviembre de 2014

E.A. Poe: La ciudad en el mar




¡Mira! La muerte se ha izado un trono
en una extraña y solitaria ciudad
allá lejos en el sombrío Oeste,
donde el bueno y el malo y el mejor y el peor
han ido a su reposo eterno.
Allí capillas y palacios y torres,
(torres devoradoras de tiempo que no se estremecen)
no se asemejan a nada que sea nuestro.
En los alrededores, olvidadas por vientos inquietos
resignadamente bajo el cielo
las melancólicas aguas reposan.

No bajan rayos de luz del santo cielo
a esta ciudad de la eterna noche.
Pero una luz interior del lívido mar
proyecta silenciosas torrecillas
-resplandecen los pináculos por todas partes-.
Cúpulas-agujas, salones reales
pórticos, paredes estilo babilónico,
sombrías y olvidadas glorietas
de hiedra esculpida y flores pétreas,
y muchos, muchos maravillosos santuarios,
cuyos ensortijados frisos entrelazan
la viola, la violeta y la vid.

Resignadamente bajo el cielo
las melancólicas aguas reposan.
Tanto se mezclan allí las torres y las sombras
que parecen péndulos en el aire,
mientras que desde una altiva torre en la ciudad,
la muerte mira hacia abajo como desde una enormidad.

Allí los tiempos abiertos y las descubiertas tumbas
bostezan a nivel con las luminosas olas,
pero no las riquezas que allí yacen
en cada uno de los ojos de diamante del ídolo,
-los muertos alegremente enjoyados no
tientan las aguas desde sus lechos-;
pues no se rizan las ondas, ¡ay!,
en este desierto de cristal.
Ninguna agitación dice que los vientos pueden estar
en algún mar lejano y más feliz.
Ninguna ola sugiere que los vientos han estado
en mares menos espantosamente serenos.


¡Pero, mira! ¡Algo se agita en el aire!
La ola. ¡Hay un movimiento allí!,
como si las torres se hubieran apartado,
sumergiéndose lentamente, la lenta marea,
como si sus cimas débilmente hubieran dejado
un vacío en el brumoso cielo.
Las olas tienen ahora un brillo rojizo
las olas respiran desmayadas y lentas.
Y cuando ya no hay lamentos terrenales
baja, baja esta ciudad hasta donde se quedará desde ahora.
El infierno, elevándose desde mil tronos,
le hará reverencias.

-Imagen tomada de la red-

3 de noviembre de 2014

Presentación de "Las pequeñas esencias" en Madrid




Primera presentación de mi poemario, en mi tierra, junto a todos los que queráis compartir este momento de alegría.




La autora nos hablará de su poemario a través del momento y lugar de su vida que le hicieron decidir publicar su obra. Compartirá con nosotros algunos de sus poemas, y atenderá las preguntas del público.

Además de firmar todos los ejemplares, 2deLetras ofrecerá un obsequio con cada poemario.

Entrada libre hasta completar aforo. Es posible reservas enviando correo a laspequeñasesencias@2deletras.es

Viernes 21 de noviembre a las 19:00 h.

Librería “Lé”

P.º de la Castellana 154

-Fuente: 2deLetras-


¡Allí nos vemos!

24 de octubre de 2014

Féminas 3




 Lugar: chiringuito en una playa de una costa del sur de la Península Ibérica, en un caluroso día de la primera quincena de agosto.
Ellas: Caty, Teresa y Vilma ante una ensalada mixta, una ración de gambas a la plancha y una lubina.

 Chicas, a las tres y diez –dice Teresa descabezando una gamba.
¡La gente no tiene pudor ni sentido del ridículo!-Contesta Vilma pinchando lechuga.
Caty mira en la dirección indicada por Teresa:
     —¡Por la diosa, qué horror! Yo sería incapaz.
Quedan en silencio observando al grupo que está sentándose a pocas mesas. En concreto a una mujer en su treintena, que luce un blanco espectacular, indicativo de su primer día de playa. Lleva una pamela de paja con voluminoso lazo amarillo, un camisa transparente que la llega a media nalga, y una especie de tanga marrón que desaparece entre tanta carne desbordante.
   Nuestras féminas beben su cerveza mientras no pierden detalle de esta otra fémina, hasta que toma asiento.
   —Pues está tan feliz.-Apuntilla Caty volviendo su mirada a las gambas.
  —Ya quisiera yo ser tan desinhibida. ¡Y me quejo de que tengo un poco de barriguita y no me puedo poner tops!-Suspira Vilma.
  Siguen comiendo y al minuto, limpiándose los dedos en la servilleta de papel, se arranca Vilma:
   —¡Chicas, hacia poniente, otro divorciado con hijos!
   Miran fijamente al hombre sentado a la mesa con aire ausente, mientras tres niños, de entre seis y doce años, devoran en silencio sus helados.
 —Si es que se les nota a la legua. Queda patente que la crianza de los hijos es cosa nuestra. ¡Si no sabe qué hacer con ellos!-Cuchichea Caty con malicia.
 —Totalmente de acuerdo contigo. Solo les ve una vez a la semana, un fin de semana alterno y los días vacacionales establecidos en el convenio regulador. Y claro, seguro que están con la abuela y ahora no sabe qué hacer.-Vuelve a su lubina Teresa.
   Enseguida una alboratada Teresa se abalanza sobre la ensalada, bajando la voz:
   —¡Pava a las trece cincuenta!
 Miran sin ningún pudor. Una pareja veinteañera disfruta de su comida devorándose con los ojos. Él habla y habla, y ella, estirada en su silla de plástico, mueve la melena y adopta poses de reina de Saba.
  —Menudos aires se gasta.-Baja la mirada a su lubina Caty a la vez que corta un pedazo acompañándolo de patata hervida-Parece que ha conseguido el mejor premio en la tómbola de los partidazos y nos lo restriega por la cara.
 —Sí. Desde luego. Vaya pavo tiene.-Sentencia Vilma- Atención: mujer desinhibida levantándose de la mesa.
 Quedan las tres amigas en silencio, tenedor en mano, observando a la treintañera pasar por delante de su mesa. Su trasero está rojo y lleno de rayas por la silla. Siguen sus miradas en él hasta que desaparece, feliz, por un ángulo izquierdo.
  —En fin… viva el verano.

 Y tras está declaración de Vilma, van terminando su comida mientras escrudiñan  bajos sus gafas de sol, lo que acontece en el chiringuito.

                                                                                   Verónica Calvo

-Imagen tomada de la red-

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