Ayer vi pasar,
entre la calima que se expande en el gentío,
parte de este verano diferente.
Yo estaba sentada en un banco,
a la sombra de un pensamiento extraño,
cuando le vi venir sin más señas
que una sonrisa tapada.
Brillaba en sus ojos
la luz moribunda de la esperanza.
Abrazó a una mujer diminuta.
Ella le separó de su cuerpo con aprensión.
Charlaron brevemente,
sin saber que yo acechaba
bajo aquella sombra opaca.
Se despidieron.
Ella con prisa.
Él, intentando retenerla.
La calima de los cuerpos
se elevaba al cielo turbio.
Turbio de esperanzas deshechas.
Sucio de miedo y rabia.
Y le volví a ver,
agazapado en la semioscuridad
que tejía el sol entre las ramas
de un árbol en la esquina,
esperando como un animal herido,
el encuentro con alguien conocido.
Otro que no sabe qué hacer con esta rara vida,
pensé.
Ayer vi pasar,
entre la calima que difumina los días,
a muchos extraños, atónitos ante esta nueva vida.
-Verónica Calvo-