-Imagen tomada de la red-
Al
silencio roto
por
la lluvia contra los cristales,
lo
llamábamos felicidad.
Jamás
nos sentíamos solos.
En
nuestra orilla,
el
sol nunca se velaba por la bruma.
Leíamos
poemas de Ginsberg
y
dejábamos que el mundo orbitara a su manera.
Hubo
una tormenta.
Una
huida hacia delante.
Quedó
el tiempo como un destiempo prematuro.
Ahora
solo hay ruido.
Y
nubes que corren por el cielo.
Silencios
que son vacíos,
porque
desde que te fuiste,
la
lluvia contra el cristal,
se
llama añoranza.
-Verónica
Calvo-