-Imagen katia chausheva-
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Turbia la mirada,
fría su piel de espuma.
Descalza por la orilla
arrastra encajes deslucidos.
Ondea el enmarañado cabello,
cubierto de algas,
al insistente viento de poniente.
Su memoria habita
poemas de Pizarnik.
Acuna en su pecho
dos piedras negras
pulidas por la resaca.
Traslúcida, casi etérea,
es espectro de sí misma.
Quiere volar como gaviota,
ser viento mistral,
asolar desilusiones.
Volver a la línea
curva del horizonte,
renacerse en el reflejo
de la luna bañada en mar.
Y sigue su paseo por la orilla.
Avanza el ocaso y asoman
las primeras estrellas.
La mujer solitaria y ausente,
desdibuja su silueta
al amparo del olvido.
-Verónica Calvo-