1
Querida Patricia,
Hoy he visto la transformación de un hombre en camarón cocido.
Cuando llegué era blanco, del tipo extranjero pero sin ser de
ese tipo "blanco nuclear". Enseguida empezó la transformación del
rosado al rojo profundo rayando ya con el burdeos.
Eso si, se levantó de su colchoneta hinchable media hora y
regresó para diseñar de su bañador, tipo pantaloncito, un tanga de los más y
absolutamente mata pasiones que podrás imaginar.
Y allí le dejé, sonriendo dándose vuelta y vuelta.
Habrán de socorrerle esta noche en su hotel, imagino.
2
Mi queridísimo L:
Algo me ha quedado hoy bien claro: yo no tengo el cromosoma X.
No. No lo tengo. Vengo con defecto de fábrica.
Observo que las féminas, a cuya especie creí pertenecer, cada
vez que se mojan la tripa en el océano emiten gritos terriblemente agudos y
desinhibidos a la vez que dan saltitos y contienen la respiración.
Yo no hago eso. Simplemente aguanto y cuando es inevitable, me
lanzo de cabeza aprovechando alguna ola.
Dignidad a falta del dichoso cromosoma. Es lo que hay.
3
Dear Pruden:
Siempre hay algo que me recuerda a ti cada vez que vengo a la
playa. Te cuento escuetamente:
Se levanta brisa y sale una sombrilla volando.
La mujer le da un codazo al marido y este sale corriendo en una
contrarreloj contra la despendolada sombrilla que causa el pánico entre las
personas que toman el sol en la arena. Yo contengo la risa, qué le voy a
hacer, además, estoy a salvo, fuera de su trayectoria.
Por fin la sombrilla deja de dar piruetas al estrellarse contra
el espigón y el pobre hombre, medio cocido también en su intento de quitarse el
bronceado "agromán", resollando y a punto de desplomarse, se hace con
ella (casi hay una ovación generalizada).
Entonces regresa abochornado (no podía disimularlo) y su mujer,
en jarras, le espera de pie con esa especie de "tornillo" tan
sumamente útil que causa furor y tranquilidad.
Y sin cortarse ni un pelo le indica que "atornille" la
maltrecha sombrilla dirigiendo la operación a voz en grito y
llamándole de todo.
¡Vamos, para sacarla a hombros! - A la mujer, digo, no a la sombrilla-.
4
Querido Enrique,
Hoy vuelvo a nuestras eternas reflexiones sobre las medusas
debido a que la marea está subiendo y acaban en la orilla donde
nunca hemos sabido si agonizan ahí o ya estaban muertas.
Y una vez te planteo la eterna y monotemática pregunta de cada
verano:
¿Por qué nunca las observamos cuando están vivas en el agua y
sentimos esa extraña atracción cuando inertes están en la arena?
¿Qué extraño influjo nos atonta ante ella, sin tentáculos ni
movimiento, que paramos de nuestro paseo y podemos contemplarla durante veinte
minutos?
¿Es acaso el poder ancestral morboso de observar al enemigo en
profundidad sabiéndose a salvo de su peligrosidad o un simple
acto inconsciente de fascinación por una muerte a distancia
e impersonal?
Como ves, he iniciado el divague en solitario y sin unas cervezas de por medio.
(Pintura de Claude Monet, no sea que alguien
vaya a pensar que soy yo...)