17 de septiembre de 2016

Terrores infantiles

-Imagen David Ho-



Me despertó mi hija:

—¡Mamá… mamá!

Acudí a su habitación, encendí la luz y la vi, abrazada a su osito muy asustada:

—¡Hay una niña debajo de mi cama!

Hacía semanas que no tenía esta pesadilla. No pude evitar sonreír cuando repetí la puesta en escena: acariciar la carita de mi hija, llevarme el dedo índice a los labios, arrodillarme despacio y levantar las mantas para mirar.
Entonces…

—Por favor, señora, haga algo... ¡Hay una niña en mi cama!


-Verónica Calvo-


13 de septiembre de 2016

Retrato de mujer

-Imagen katia chausheva-

Turbia la mirada,
fría su piel de espuma.
Descalza por la orilla
arrastra encajes deslucidos.
Ondea el enmarañado cabello,
cubierto de algas,
al insistente viento de poniente.

Su memoria habita
poemas de Pizarnik.
Acuna en su pecho
dos piedras negras
pulidas por la resaca.
Traslúcida, casi etérea,
es espectro de sí misma.

Quiere volar como gaviota,
ser viento mistral,
asolar desilusiones.
Volver a la línea
curva del horizonte,
renacerse en el reflejo
de la luna bañada en mar.

Y sigue su paseo por la orilla.
Avanza el ocaso y asoman
las primeras estrellas.
La mujer solitaria y ausente,
desdibuja su silueta
al amparo del olvido.


-Verónica Calvo-

5 de septiembre de 2016

Silencio y más silencio

-Pintura de Duy Huynh-

El arte de saber callar a tiempo.
A qué esas verdades
que no se piden y que dañan.

Altivez escudada
en el miedo del espejo
que te devuelve una mirada.

El porqué de los silencios…
Hilos sin respuesta
son muros que protegen calma.

Recibiréis silencio,
y más silencio,
entre tanta palabra vana.


-Verónica Calvo-

1 de septiembre de 2016

Ángel González: Mensaje a las estatuas


-Imagen tomada de la red-


Vosotras, piedras
violentamente deformadas,
rotas
por el golpe preciso del cincel,
exhibiréis aún durante siglos
el último perfil que os dejaron:
senos inconmovibles a un suspiro,
firmes
piernas que desconocen la fatiga,
músculos
tensos
en su esfuerzo inútil,
cabelleras que el viento
no despeina,
ojos abiertos que la luz rechazan.
Pero
vuestra arrogancia
inmóvil, vuestra fría
belleza,
la desdeñosa fe del inmutable
gesto, acabarán
un día.
El tiempo es más tenaz.
La tierra espera
por vosotras también.
En ella caeréis por vuestro peso,
seréis,
si no cenizas,
ruinas,
polvo, y vuestra
soñada eternidad será la nada.
Hacia la piedra regresaréis piedra,
indiferente mineral, hundido
escombro,
después de haber vivido el duro, ilustre,
solemne, victorioso, ecuestre sueño
de una gloria erigida a la memoria
de algo también disperso en el olvido.