15 de octubre de 2012

Aridez





Pierdo la sombra de los días,
la infinita fluidez que desborda
y ancla la memoria en esta orilla.

Lleva entre las sílabas
un velo violeta que es estela y agoniza
en el éter donde sueña a ser poesía.

Árida tierra me habita,
desazón por la palabra perdida

y réquiem por el sendero que me lleva a mi misma.

8 de octubre de 2012

Ayer te vi


Ayer te vi.
Ibas paseando tus tristezas
y llevabas un traje de nostalgia.
Tu mirada era un velo gris
de encaje de escarcha,
que se tejía en tu alma.
Desprendías fragancias del ayer
y adornabas tus pesares con donaire.

Ayer te vi, mujer,
pasear por la playa derrumbada.
Te acompañaba una negra sombra,
defunción de tu esperanza,
y tú seguías, eterna,
al sepia de tu pena entregada.

-Verónica Calvo-

(Publicado en “Poetas andaluces de ahora”)

25 de septiembre de 2012

Rayo de noche



Viniste a mí
vestido de rayo de noche.
Abrí mis brazos
y te acogí, fecundo,
libre y soñado.
Extendí mi cabellera
alfombrando aquel sendero
del bosque callado.
Adormecí el rumor
de la sangre en las venas
y me fundí
en tu eterno manantial de primavera.
Tus ojos,
que nunca más fueron tuyos,
eterno ocaso de otoño,
resplandecieron
en un fulgor de fuego,
breve,
tanto como el sol sin calor.
Y así me entregué,
fontana milagrosa,
al musical sonido
de tu esencia poderosa.

(Dans le château, 4 de marzo de 2012)

(Imagen: Elena Baca)





11 de agosto de 2012

Noche de agosto






Acéchame, noche,
penétrame con tu viento,
deja que la llama de la vela
se consuma entre las horas
que pasas sobre mis pechos.
Ábreme el deseo
y bebe mi dulce veneno.
Aspira este perfume
que se enreda entre mis piernas
y tómame sin más,
atalaya de mis sueños,
entregándome antes del alba
un poema suelto a tus desvelos.

-Verónica Calvo-

(Imagen: Philippe Berthier)

6 de agosto de 2012

Amores volátiles




Dijo ella:

   - Creí que íbamos a olvidar lo que sentimos.

   - Sí, pero yo no puedo.

Dijo él cerrando brevemente los ojos. 

Y en ese lapsus, ella, cual Campanilla, aprovechó a agitar sus alas y desapareció de su vida.


(Fue publicado con otro título en este blog el 7 de marzo de 2009)

25 de julio de 2012

La Villa, Ayamonte





Casas blancas encaladas en primavera
lucen banderolas de colada en sus azoteas.
Siempre presente el cielo despejado,
cual cúpula inmensa y perenne,
protege y desprotege la vida en la frontera.

El viento mece cabellos sueltos
escapados de los altos moños
de muchachas adormiladas
que en pijama arrastran a sus hijos
de la mano a la escuela.
Se saludan cantarinas mientras
pisan charcos de relente,
y arrebujadas en la bata,
regresan a sus casas parando antes
en la panadería donde compran
un sabroso pan portugués.

Escapa un murmullo de misterio
bajo las adoquinadas calles estrechas
donde dicen emerge bajo el pozo,
calle Galdames arriba,
un pasadizo que lleva bajo el río
a Castro Marim majestuoso,
el mismo que pintara Sorolla de fondo
cuando pescaban atunes en abundancia.

Olores de puchero, Don Diego y azahar
acompañan al solitario caminante
que no encuentra más placer en estas calles
que admirar patios llenos de geranios,
atelier de pintores y leyendas de brujas
que escapan con orgullo y aviso,
de las alzadas voces ayamontinas.

La Villa, vericuetos de subidas,
gente que saluda y sonríe
allá arriba del cabezo,
donde el viento húmedo
divisa la desembocadura del río,
mirando alegre el algarve portugués,
sin entender de contrabando ni rencillas.

(Publicado en “Poetas andaluces de ahora” el 13 de septiembre de 2011)

(Pintura del pintor ayamontino Caste, el pozo de la Villa)